lunes, 30 de diciembre de 2019

Relación con la Fuente incondicional


En el Universo hay un Punto, un Ser que no está condicionado por ninguna necesidad, o deseo. Desde el momento en que ese Ser no quiere nada, todo le pertenece, pero no en el sentido de poseer o controlar, sino que todas las cosas gravitan de forma natural alrededor de esa Fuente incondicional, simplemente porque da un amor puro de forma natural a todos los que se acercan.

El amor de la Fuente Incondicional es como una luz del sol. La luz del sol despierta a la flor que está oculta en la semilla, sin entrometerse ni tomar para sí. La luz del sol facilita el nacimiento y el florecer de la planta. La luz pura, ya sea física o espiritual, es desinteresada, completa en sí misma. La luz espiritual de la Fuente nos revela nuestras verdades olvidadas, nuestro potencial oculto y en especial nuestra bondad original. La Fuente Incondicional nos revela nuestra realidad. Entonces si nosotros queremos podemos alimentar esa conciencia.

En estos momentos, la humanidad esta sumergida en la oscuridad. La meditación es el ejercicio del pensamiento puro, del pensamiento concentrado, para reconectarnos con esa Fuente Incondicional. Libera a la mente de los límites del pasado, de los resentimientos, de la mezquindad, y nos permite probar la dulzura de lo ilimitado, del Incondicional, ya bien sea amor, paz o felicidad. Esta relación con la Fuente Incondicional me anima y permite que emerja mi fortaleza espiritual. Con esta fortaleza espiritual soy capaz de crear una vida verdaderamente humana, una buena vida.

Sanar el corazón


Somos responsables de cómo nos sentimos. No podemos culpar a nadie, somos nosotros mismos quienes "elegimos" cómo somos influenciados por las situaciones. Si estamos enfadados, con el corazón dolido o angustiados, es hora de elegir de forma diferente y asegurarnos de que no vuelva a suceder. Sanar el corazón también es una elección, aunque uno no haya pensado nunca que lo fuera.

En primer lugar no somos nuestros sentimientos. Puede que estemos experimentando enfado, depresión o miedo, pero no somos esos sentimientos. Todos ellos han sido adquiridos y lo que hacen es nublar nuestra paz y belleza internas.

Observémoslos y pensemos: "No estoy enfadado, deprimido o asustado. Esto son sólo sentimientos. Es hora de dejarlos ir y recordar quién soy yo realmente". Y después, tomarnos unos momentos para reflexionar sobre nuestra verdadera naturaleza. En la calma de una reflexión silenciosa podemos volver a retomar conciencia de nuestro verdadero ser: En esencia, somos un ser espiritual, un ser de paz, un ser de amor, un ser lleno de belleza y cualidades.

Con una observación serena y paciente, veremos cómo estas cualidades afloran desde nuestro subconsciente. Esto es meditación.

Equilibrio entre tolerancia y valentía


El equilibrio es la base para la armonía en todos los aspectos de la vida: en el universo, en la naturaleza, en el entorno, en la sociedad, en la familia e incluso en el individuo. Un intelecto claro tiene objetividad y nos da una amplia perspectiva en nuestra actitud hacia los demás y las situaciones, de esta forma uno puede fácilmente mantener este equilibrio interior y exterior.

Por ejemplo, el equilibrio entre tolerancia y valentía. Todos sabemos lo importante que es la virtud de la tolerancia, que tan a menudo es necesaria en nuestra vida diaria para evitar conflictos y para permanecer en paz con nosotros mismo. La tolerancia viene del entendimiento de que cada persona es como un actor que representa su papel propio e individual y de comprender que yo tengo que representar mi propio papel lo mejor que pueda. La tolerancia nos capacita a aprender de cada situación, incluso aunque parezca muy negativa,  permitiéndonos así ver el beneficio que está escondido en esa pérdida.

Sin embargo, si nos excedemos en la tolerancia, entonces el resultado es que nos hacemos apáticos, indiferentes, despreocupándonos de lo que sucede. La razón por la que la tolerancia puede llegar a un extremo, es decir, a la indiferencia, es debido a que no la hemos equilibrado con la valentía y ser activo. Muy a menudo es necesario que digamos nuestra opinión acerca de algo que es erróneo pero por falta de confianza en nosotros mismos, un poco de inseguridad o por tener miedo a la reacción de los demás, preferimos mantener silencio y no hacer o decir nada.

No hacer o no decir por miedo a lo que los demás dirán eso no es tolerancia.

Aunque es muy importante que digamos nuestra opinión claramente sobre algo que no nos gusta o que no estamos de acuerdo, aún así tenemos que poner atención que lo hagamos con buenos sentimientos o por lo menos con ningún mal sentimiento o ego. Ya que si la ira, la irritación o el odio están detrás de nuestras palabras, entonces la otra persona no escuchará, pensando que la queremos corregir. Por eso, necesitamos ser capaces de ver el momento adecuado para decir algo y también cómo decirlo de manera que pueda haber comunicación.

Tolerancia no significa aceptarlo todo a ciegas, sino por el contrario, entender y cambiar lo que puedo y aceptar lo que no puedo cambiar.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Saber perdonar


La habilidad de perdonar a los demás depende de cuán sinceros seamos con
nosotros mismos. ¿Acaso nuestro viaje por esta vida ha sido de pureza,
perfección y limpieza, sin un pensamiento, palabra o acción erróneos? Si nos
vemos con sinceridad, ¿cómo no perdonar a los demás? Cuando aceptamos
nuestras deficiencias desaparece nuestro enojo hacia otros. Todos hemos
actuado erróneamente en el pasado, ya sea por no haber sabido lo que era
correcto o movidos por el miedo o la falta de comprensión.

Cuando examinamos el pasado, solemos arrepentirnos de muchas cosas que
dijimos o hicimos. Una vez que ha pasado el tiempo y que adquirimos una
mayor comprensión nos damos cuenta de lo que es correcto y podemos
empezar a rectificar. Con el simple deseo de hacerlo iniciamos el proceso de
perdonarnos a nosotros mismos. Para que el proceso continúe debemos
perdonar a los demás. No es posible condenar a los demás y disculparnos;
esto es hacer trampa, y un auto-engaño. El poder de perdonar surge de la
compasión.

El perdón hace desaparecer la necesidad de demostrar que tenemos razón y
nos permite eliminar la indignación debida a supuestas injusticias. Si no
aprendemos a perdonar, el resentimiento nos envenenará. Aquellos que no
perdonan, que insisten en interpretar el papel de jueces, deberán esperar lo
mismo a cambio; ¿cómo podría ser de otra manera?

Cuando no perdonamos llevamos una doble carga: tanto el resentimiento por
la injusticia cometida por otros como la oculta realidad de nuestra propia
injusticia. El perdón nos libera de esas amargas emociones. Perdonar
significa ser compasivo y avanzar pacíficamente sabiendo poner un punto
final en nuestra mente y en nuestro corazón. Perdonar es un signo de
sabiduría espiritual.

lunes, 21 de octubre de 2019

Auto-observación


Una manera de evaluar de forma práctica y consistente nuestro progreso
espiritual es darnos un tiempo para nosotros mismos al final del día. Tomarnos
unos 10 minutos y sentarnos en soledad y silencio para revisar el día. ¿Qué
sucedió desde el momento de despertarnos hasta ahora?
Revisar con atención todo lo que hicimos, nuestras interacciones con otras
personas y lo que estuvimos pensando y sintiendo. Evaluar cuál fue la calidad de
nuestra respuesta. ¿Fue acorde al nivel de calidad que nos hemos fijado?
Notaremos que cada día trae algún que otro desafío conectado con nuestros
valores.

Nos tenemos que observar a nosotros mismos desde la perspectiva del
observador desapegado y preguntarnos si hubiera sido posible otra manera
mejor de responder ante determinada situación, o hubiéramos podido elegir
mejores palabras.

Es una buena iniciativa anotar en un diario las observaciones sobre uno mismo
que consideremos relevantes y útiles al hacer este proceso de auto-observación.
A medida que hacemos este proceso cada día, veremos que en nuestra vida se
manifiestan ciertos patrones. Y nos daremos cuenta de que estos patrones
tienen mucho que ver con los diferentes conflictos, problemas o complicaciones
que se presentan en nuestras vidas. Identificaremos claramente patrones
internos de los que queremos y necesitamos liberarnos para conseguir mayor
armonía, plenitud y satisfacción en nuestras vidas.

Nos daremos cuenta también de la importancia y del valor de meditar
regularmente. La meditación nos ayuda a crear una conciencia elevada y a
desactivar y transformar las tendencias y hábitos de conciencia limitada y
extrovertida (enfocada en el exterior) en la que caemos con frecuencia.

Experimentaremos gran bienestar a medida que tenemos éxito en los cambios
internos necesarios y nuestra consciencia se va volviendo más limpia y clara.
También podremos observar una significativa diferencia en la calidad de nuestra
conexión y experiencia de Dios así como nuestras relaciones y conexiones con
las demás personas.

Silencio y conexión con lo divino


La experiencia del silencio en la meditación lleva nuestra energía mental y emocional a un punto de concentración donde encontramos la quietud. Sin esta quietud interna, en los conflictos nos comportamos a veces como una marioneta arrastrada por las diversas cuerdas de las influencias externas. Este punto de quietud interior es la semilla de la autonomía que corta tales cuerdas y termina con las pérdidas de energía.

El silencio sana. Es como un espejo. El espejo no culpa ni critica, pero ayuda a ver las cosas como son, ofreciéndonos un diagnóstico que nos libera de los pensamientos erróneos. El silencio nos devuelve la paz original del ser, una paz que es innata, divina, que cuando se invoca fluye por el ser armonizando y sanando cada desequilibrio. El silencio es completo y pleno, amable, poderoso y tremendamente activo.

En el silencio profundo y sereno de la meditación, en la contemplación de tal silencio pleno, se nos abren las puertas a esta comunicación divina y trascendente. El silencio es el puente de comunicación entre lo divino y lo humano, me abre a la experiencia del amor de Dios. El silencio espiritual prepara el corazón y la mente para comunicarme con Dios.

El silencio espiritual me da energía pura y altruista de la Fuente Creativa, abriendo horizontes ilimitados de nueva visión. Para liberar al ser de la negatividad, requiero silencio. Absorto en la profundidad del silencio, inicio un proceso de renovación interior. En esta renovación, la mente se limpia, facilitando una percepción diferente de la realidad.

El silencio es el lenguaje para comunicar con Dios. Silencio unido al amor. Donde hay amor, la concentración es natural y estable, como una llama serena de una vela que irradia su aura de luz. Cuando la mente humana está absorta en el pensamiento de Dios, la armonía de la reconciliación se siente en profundidad.

En esta unión silenciosa de amor uno llega a estar completamente reconciliado, no como un proceso intelectual, sino como un estado de ser.

Libertad y Responsabilidad


La libertad es un ingrediente esencial para experimentar felicidad. Cuando hay
amor y respeto verdaderos hacia los demás, de forma automática la persona
utiliza su libertad con un sentido de responsabilidad; sabe no infringir en los
derechos de otro ya que entiende que el otro también tiene sus derechos, tiene
un papel que interpretar, tiene un valor y por encima de todo, también tiene su
derecho a la libertad.

Una persona irresponsable nunca es libre; irresponsable significa el que usa de
forma incorrecta su propia libertad o restringe la libertad de los demás debido al
egoísmo o al ego. Tal persona nunca se va a experimentar libre ya que tiene que
experimentar las consecuencias y el efecto de tal actitud y tales acciones. Las
consecuencias pueden venir en la forma de soledad, vacío interior, falta de amor,
depresión, etc.

La libertad y la responsabilidad son las dos caras de la misma moneda y son
absolutamente inseparables. Es una regla fundamental de todas las relaciones e
interacciones humanas. En otras palabras, es la conocida ley del karma, que
enunciada de una forma sencilla significa que por cada acción que realizamos
existe una reacción igual y de sentido opuesto. Lo que damos a los demás, sea
positivo o negativo, es lo que nos va a retornar. Somos libres de elegir, pero
cada elección personal lleva consigo una responsabilidad personal y unas
consecuencias.

El mundo es un escenario en el que todos somos actores. Cada actor tiene un
papel único y es responsable de sus propias acciones. La responsabilidad
consiste en hacer las cosas de la manera correcta sin que importe si la tarea es
grande o pequeña. Cada uno de nosotros tiene un papel especial que representar
para hacer que el mundo sea un lugar mejor.

La libertad es un estado mental. La clave de la libertad es comprender nuestro
ser. Cuanto más comprendemos nuestro ser, más fácil es liberarnos de las
cadenas de las cosas inútiles y negativas. La libertad es no dejarse influir, ni
afectar por nada, es estar en paz con nuestro ser. La verdadera libertad es
experimentar la auténtica esencia del propio ser.

Una mente poderosa


El poder de la mente humana es el mayor poder que poseemos. Creados en la mente, los pensamientos se manifiestan en palabras y acciones que nos afectan no sólo a nosotros y a los demás, sino finalmente al mundo también. El mundo es, por tanto, un reflejo de nuestra consciencia.

Todo lo que crean los seres humanos se crea primero en la mente, a través de los pensamientos. Nuestras esperanzas, sueños, visiones, nuestras actitudes y valores, nuestra consciencia y maneras de ver el mundo, todo surge de las semillas de nuestros pensamientos. A través de nuestros pensamientos creamos nuestro destino. Por ejemplo, los pensamientos de Edison llevaron al descubrimiento de la electricidad, que ha contribuido significativamente a mejorar el nivel de vida de todos. Los pensamientos de Gandhi llevaron a la liberación a una nación entera a través de la resistencia no-violenta. Esto proporcionó una duradera inspiración a nivel mundial para la resolución de conflictos a través de métodos pacíficos.

Los pensamientos se pueden dividir en cinco categorías:

Pensamientos necesarios, los que son útiles para la vida, tales como “he de comprar esta comida, etc.”

Pensamientos inútiles, que son improductivos, tales como soñar continuamente en ganar una lotería o volver de manera compulsiva hacia algo del pasado una y otra vez.

Pensamientos negativos, que lastiman al ser y a los demás, tales como “no me gustas”.

Pensamientos positivos, que benefician al ser y a los demás, tales como “estoy seguro de que está intentándolo lo mejor que sabe y puede”.

Pensamientos elevados, que, basados en conocimiento espiritual, refuerzan el vínculo entre nuestro ser y Dios, tales como “soy un alma pacífica”.

Si queremos cambiar, es obvio que necesitamos crear pensamientos positivos acerca de nosotros mismos y de los demás. A menudo esto es un desafío, ya que con el paso de los años, nos hemos afectado considerablemente por los pensamientos negativos de los otros, tales como nuestros padres, profesores y jefes. Sufrimos de una baja autoestima y una falta de auto-respeto que hace que nos sintamos internamente lisiados a nivel espiritual.

Necesitamos revisar y cambiar tales pensamientos, reemplazándolos con los pensamientos elevados y el poder del amor profundo que viene de conocer nuestra verdadera identidad espiritual y de conocer a Dios.

jueves, 12 de septiembre de 2019

Responsabilidad personal


Si sucede algo que no nos agrada, con frecuencia la tendencia humana es señalar hacia fuera, buscando algún culpable. Gandhi hizo la famosa observación de que cuando señalamos con el dedo hacia alguien, de hecho, tres dedos nos señalan a nosotros. Es fácil comprobarlo. Este pequeño gesto es un indicador de que cuando empezamos a pensar que lo que sucede “allá fuera” es responsable de mi experiencia, necesitamos recordarnos que somos los creadores de nuestros propios pensamientos y respuestas. Somos responsables de lo que está sucediendo en nuestro mundo interno. Somos responsables de nuestro propio estado de paz, bienestar, felicidad y amor. Nada ni nadie son responsables de estos aspectos.

En buenos tiempos, la responsabilidad puede ser algo agradable, pero también tenemos que aceptar la responsabilidad cuando atravesamos tiempos más complicados o difíciles. El arte del pensamiento nos hace comprender que cuando no asumimos la responsabilidad de lo que sucede en nuestro interior, permitimos que las cosas externas nos influencien. Y es cuando permitimos que las situaciones externas y las personas nos afecten cuando perdemos el control sobre la calidad de nuestra propia experiencia.

En los tiempos presentes, muchas de las cosas que suceden en el mundo carecen de verdad y de belleza. Así que, por supuesto, si simplemente nos abrimos a reaccionar ante todo lo que sucede a nuestro alrededor, lo que nos va a suceder internamente no va a ser ni muy confortable ni hermoso.

Comprendiendo nuestra responsabilidad, se nos plantea el reto de tomar una decisión: o bien aceptamos toda esa negatividad o, en lugar de ello, respondemos creativamente con pensamientos positivos y respuestas de nuestro propio mundo interno.

El camino del silencio


La experiencia del silencio nos ayuda a reconectar con nuestra esencia más profunda, la que no se ve afectada por las características imperfectas que hemos adquirido viviendo en un mundo imperfecto.

Redescubrimos que nuestro ser está lleno de cualidades divinas, y percibimos todo su potencial de plenitud y bienestar. En ese estado experimentamos una ausencia total de conflictos y de negatividad estabilizándonos en un punto de profunda quietud. Es importante que nos tomemos un tiempo para llegar a ese espacio interno de silencio. Esa experiencia nos proporcionará un beneficio incalculable.

Ante todo, nos permitirá controlar mejor los pensamientos. Descubriremos, por ejemplo, que no hay necesidad de pensar tanto como a menudo hacemos, que desde el silencio vamos a obtener respuestas más claras y precisas para todo lo que necesitamos.

En segundo lugar, la experiencia del silencio nos libera de las amarras de nuestra programación y condicionamiento negativos. Experimentaremos más fácilmente la verdad de nuestra paz y dignidad internas, lo cual nos ayudará a su vez a mantener la mente enfocada.

En tercer lugar, el poder del silencio puede compartirse. A medida que aumentamos la experiencia del silencio, nuestra fortaleza puede ayudar a quienes no la tienen para que continúen en sus esfuerzos por desarrollar el ser y experimentar la paz. Nuestras reservas de silencio, sumadas a los pensamientos verdaderos y poderosos, ayudarán a los demás a liberarse de lo limitado para alcanzar lo ilimitado y lo divino.

Es muy beneficioso dejar atrás los pensamientos de temas mundanos y prácticos y las palabras y permanecer por un tiempo en silencio. Es enormemente refrescante y nutritivo, y crea hábito. El amor por la introversión espiritual, la soledad y el silencio complementa nuestra vida de una manera hermosa.

lunes, 22 de julio de 2019

Silencio


Cuando el silencio es profundo y rebosante de plenitud, cuando no anhelamos ya el sonido, cuando la concentración en el Uno es completa, entonces como una flecha el pensamiento encuentra su blanco y se derrite en él. Ahí el alma humana no sólo tiene una breve visión de Dios sino que la pureza de ese Ser la absorbe, de manera total, completa y absoluta. Una vez que el alma está repleta de la luz pura que se ha convertido ahora en su ser, irradia hacia otros dicha energía en la forma de paz y amor, como un faro viviente.

El silencio es el puente de comunicación entre el Divino y lo divino del ser humano; en el silencio encontramos lo que es más preciado. El silencio espiritual es el que prepara el corazón y la mente para comunicarnos con el Uno. No se trata de una comunicación basada en palabras repetitivas ni en teorías intelectuales, como así tampoco pedir la satisfacción de deseos limitados. La comunicación sagrada es la armonía del ser original con el Uno Eterno.

(Libro EL PUNTO ALFA, de Anthony Strano)

El arte de mantener un equilibrio


El equilibrio es lo que mantiene todo en su lugar y lo mueve todo ordenadamente tanto en el mundo físico como en la vida humana. Una personalidad equilibrada es la clave para el éxito. De hecho, ser equilibrado en todos los aspectos es uno de los objetivos finales del desarrollo personal y espiritual.

La naturaleza nos ofrece maravillosos ejemplos de equilibrio. Desde la mariposa que aletea y el pajarillo que vuela hasta los movimientos planetarios en el sistema solar, todo está operando sobre el principio del equilibrio. La tierra y el cielo, el fuego y el agua, todos los ciclos de energía operan sobre el principio del equilibrio.

En términos espirituales, el equilibro es la habilidad de posicionarse ante la vida desde una perspectiva clara y realizar la acción adecuada en el momento preciso. Una persona equilibrada será capaz de apreciar la belleza y el significado de cada situación, sea favorable o adversa. Tendrá la habilidad de aprender de la situación y avanzar con sentimientos positivos. Así como hay una descarga o cortocircuito cuando se rompe el equilibrio de los polos positivo y negativo en un circuito eléctrico, de forma similar, cuando perdemos el equilibrio en nuestra vida, también se descarga nuestra batería interna.

Ser equilibrado significa estar siempre alerta, plenamente enfocado y tener una visión amplia. El equilibrio viene a través de un entendimiento profundo, de la humildad y de la tolerancia. Viene de la comprensión de que aunque la vida está llena de altibajos, debemos mantener siempre una conciencia elevada. Así evitamos la reacción, las prisas o la excitación, y elaboramos una respuesta calmada, fácil y madura para cada situación. El estado de equilibrio más elevado es volar internamente con plena libertad y, a la vez, tener los pies firmemente en el suelo de la realidad.

En este estado somos capaces de mantener bienestar y confort espiritual, más allá de la influencia de la alabanza o del insulto, de la alegría o del pesar, de la victoria o de la derrota, de la ganancia o de la pérdida. Cuando la alabanza venga a nosotros hemos de aceptarla graciosamente, de forma liviana, y liberarnos pronto, preparados para empezar de nuevo. Cuando sea el insulto lo que venga a visitarnos, hemos de mantenernos anclados en la sabiduría, tan libres y a salvo que podamos pensar en profundidad y aprender una lección o hallar una solución.

El equilibrio viene de un profundo entendimiento de las leyes divinas que operan en el universo y de permanecer constantemente anclado en estas verdades eternas a través de los altibajos de la vida. Una mente serena y un intelecto divino constantemente nutrido con el amor de Dios y la sabiduría ayudan a mantener un equilibrio constante en la vida.

Una perspectiva espiritual y un vínculo mental con Dios en la meditación ayudan a desarrollar el correcto equilibrio entre la cabeza y el corazón, las emociones y la lógica, el amor y el desapego, la seriedad y la liviandad, la madurez y la jovialidad.

Honestidad


Honestidad es la conciencia clara “ante mí y ante los demás”. Honestidad es el reconocimiento de lo que está bien y es apropiado para nuestro propio papel, conducta y relaciones. Con honestidad, no hay hipocresía ni artificialidad que creen confusión y desconfianza en las mentes y en las vidas de los demás. La honestidad conduce a una vida de integridad, porque nuestro interior y exterior son reflejo el uno del otro.

Honestidad es hablar de lo que se piensa y hacer lo que se ha dicho. No hay contradicciones ni discrepancias entre los pensamientos, palabras o acciones. Esta integración proporciona claridad y ejemplo a los demás. Ser interiormente de una forma y exteriormente de otra, crea barreras y puede causar daño, porque nunca podremos estar cerca de los demás ni los demás querrán estar cerca nuestro. Algunos piensan: “Soy honesto, pero nadie me comprende”. Esto no es ser honesto. La honestidad es tan claramente perceptible como un diamante sin defectos que nunca puede permanecer escondido. Su valor es visible en cada acción que realizamos.

Se necesita examinar la honestidad interna para fortalecerse y desarrollar sabiduría y estabilidad. La firmeza interna positiva crea un oasis de recursos espirituales para asegurarse y proporciona la confianza para permanecer estable en la propia autoestima. Eso es asertividad. Si internamente hay apego hacia una persona, objeto o idea, este apego crea obstáculos a la realidad y a la objetividad y las acciones no se realizan en base al interés global. El estado interno no debería estar influenciado por la negatividad de la propia naturaleza, sentimientos o peculiaridades personales. Las motivaciones egocéntricas, los propósitos ocultos y los sentimientos y hábitos negativos son manchas en el espejo de la vida. La honestidad actúa como un quitamanchas.

Una persona honesta es aquella que aspira a observar los códigos de conducta más elevados, que es leal a los principios benevolentes y universales de la vida y cuyas decisiones se basan en discernir claramente entre lo que es correcto y lo que es erróneo. Tales personas se rigen por normas que dan guía y valor para comprender y respetar las conexiones sutiles del mundo en relación con su propia vida. Una persona honesta aprecia la interconexión del mundo natural y no malgasta, abusa ni desperdicia las riquezas de los recursos destinados al bienestar de la humanidad. Una persona honesta no da por supuesto el derecho a disponer de los propios recursos, como la mente, cuerpo, riqueza, tiempo, talento o conocimientos. Honestidad significa no hacer nunca un mal uso de lo que se nos confía. Siempre debe haber interés en usar los recursos de manera adecuada para las necesidades básicas humanas, éticas y espirituales. Los recursos bien utilizados crean bienestar y se multiplican. La persona que está seriamente comprometida con el desarrollo y con el progreso mantiene la honestidad como un principio constante en la construcción de un mundo de paz, de abundancia, un mundo con menos desperdicios y mayor esplendor.

Cómo cuidar las relaciones


Tus palabras pueden impresionar a los demás. Cuando cometas un error, aprende de él. Dirán: “qué bien ha hablado, qué interesante lo que ha dicho” pero si no practicas lo que dices, no se sentirán motivados a hacer algo. Tus acciones son las que de verdad inspirarán y les mostrarán cómo hacerlo.
Cuando cometas un error, aprende de este error y decide no repetirlo y después olvídalo. Te sentirás mejor de nuevo.
Haz lo mismo con los demás. En lugar de magnificar sus pequeños errores, disuélvelos en tu mente y también ayúdales a olvidarlos. Una persona sensata no critica los errores de los demás, sino que aprende de ellos para el futuro.

El gran enemigo de la paz es el ego. El ego te hace juzgar a los demás y pensar en ellos de forma inadecuada. Te genera expectativas de que actúen según tus deseos. De esta manera olvidas que eres un estudiante y que estás aquí para aprender.

En lugar de aprender, si empiezas a dar consejos, diciendo a los demás lo que deberían hacer e intentando cambiarles, olvidas una importante lección de la vida. Sólo te puedes cambiar a ti mismo, no puedes cambiar a los demás. En cambio puedes inspirarles y ser un ejemplo para ellos.

El mundo está lleno de preocupaciones y de tristeza. Crea pensamientos y palabras que sólo den paz y felicidad y estarás brindando una cooperación única e invalorable.

domingo, 7 de julio de 2019

Relaciones armoniosas y libres de conflicto


Para generar armonía y entendimiento en las relaciones con los demás necesitamos prestar atención a los pensamientos, sentimientos y actitudes que generamos en nuestro interior.

Un método sencillo para mejorar nuestras relaciones es prestar atención a sus especialidades y virtudes. Se dice que donde se dirige nuestra atención, a eso le damos vida. Aquello en lo que enfocamos nuestra atención es lo que sin darnos cuenta empezamos a absorber y asimilar internamente. Si nuestra atención se dirige hacia los defectos y las debilidades de alguien, entonces nosotros mismos nos hacemos defectuosos. Nuestra visión y actitud se influyen por ese defecto o debilidad, y empezamos a identificar a esa persona con esa deficiencia. Esto creará dificultades y obstáculos en nuestra relación.

Si por el contrario, nuestro foco son las fortalezas, cualidades y valores positivos de la persona, no importa cuántos defectos tenga, nuestra visión y actitud será elevada y constructiva. A nivel sutil esto es como tender un puente entre ambos, la comunicación será fácil y fluida, porque la otra persona sentirá el efecto de nuestra visión positiva.

A la vez, es importante ser considerado y apreciar y valorar las opiniones e ideas de los demás. Aunque no estemos de acuerdo ni compartamos sus puntos de vista, el hecho de escuchar con respeto y no reaccionar ni rechazar lo que nos sugieren, prepara el terreno de manera adecuada para que nosotros podamos exponer nuestro punto de vista. De hecho, a nivel espiritual, no importa que nuestros puntos de vista sean diferentes, lo importante es que nuestros buenos deseos y sentimientos puros permanezcan constantes, esto es lo que sustenta y protege unas relaciones armoniosas y gratas.

Las personalidades de cada uno siempre serán diferentes, y van a seguir siéndolo, pero depende de nosotros el amoldarnos y ajustarnos, el entrar en conflicto o alejarnos y desconectar. En todo momento, lo que es importante es darnos cuenta de la opción que estamos tomando, y ser conscientes de las consecuencias de esa opción. A veces nos engañamos a nosotros mismos pensando que la causa del conflicto radica exclusivamente en el comportamiento de la otra persona, sin darnos cuenta que nuestra propia actitud interna es un componente clave en la dinámica de esa relación y de ese conflicto. Cuando cambiamos, el mundo cambia.

La vida se basa en las relaciones. La primera relación es la que tenemos con nosotros mismos. Lo que la espiritualidad nos enseña es la importancia del impacto e influencia de nuestros sentimientos, pensamientos, visión, actitud y conciencia en todo lo que hacemos y expresamos. Nos enseña a prestar atención primero a nuestro ser interno y a generar un estado de conciencia positivo y elevado. Si quiero en mi vida relaciones armoniosas y libres de conflicto, lo primero que he de hacer es generar ese estado en mi interior, hacer que mi mente, mis pensamientos y sentimientos sean pacíficos y armoniosos. Después podemos entrar en el mundo de las relaciones y veremos con alegría el impacto tan positivo que esto tiene sobre los demás.

domingo, 16 de junio de 2019

La comunicación (II)



¿Cuáles son las maneras de mejorar la comunicación?
 
•  Escuchar con los dos oídos. Debo ser un oyente activo prestando atención y estando plenamente con la persona y con el momento. Si no lo estoy, escucho por una oreja y por la otra no, o sea solo escucho a medias, lo que inevitablemente crea malentendidos.

• Comprender de dónde parte la otra persona. No limitarse a dar por supuesto, imaginar o juzgar; cuando lo hacemos, nuestra visión crítica inhibe a los demás de expresar lo que quieren decir. Entonces, a causa de suposiciones equivocadas o acertadas a medias, los demás no tienen la posibilidad de moverse o expresarse fuera del marco de referencia que nosotros les hemos impuesto. Para dar a los demás de verdad una oportunidad de expresarse, debemos evitar encajarles en nuestro marco de referencia prefabricado.

• Pensar antes de hablar. Eso no es nada nuevo, pero aunque lo oigamos con frecuencia nos olvidamos de aplicarlo. Pensar antes de hablar significa mostrar consideración a los otros y entonces decir la palabra acertada, en el momento justo, de la manera justa.

•  Decir lo que queremos decir, siempre. Cuando hablamos con valentía y con una calmada confianza en nosotros mismos sin violencia, la comunicación es sincera, abierta, transparente y de confianza. La valentía no es decirles a los demás lo que creemos que los demás quieren oír. Si nos falta la valentía debido a la necesidad de aprobación y aceptación, entonces la comunicación y la relación consiguiente se queda en algo superficial y artificial. Nadie se siente satisfecho con una situación así.

•  Aprender el lenguaje del silencio. Es la base de la intención correcta, de los sentimientos positivos y de las actitudes transparentes. En este lenguaje, sólo hay una gramática: la sinceridad y la bondad. La sinceridad crea claridad y la bondad crea respeto.
 
Cuando nos tomamos tiempo para reflexionar sobre nuestro nivel de comunicación con todas las personas que conocemos, lo que hemos comprendido en silencio se manifestará en la calidad y facilidad con que interactuaremos con los demás: sea con uno mismo, con los demás o con la Fuente Suprema de Luz.

La comunicación (I)



Una gran parte de nuestra comunicación es no verbal y raras veces nos damos cuenta de cómo afecta a los demás. Nuestro tono de voz, nuestro lenguaje corporal (especialmente, nuestros ojos y nuestra cara), nuestras actitudes y nuestros sentimientos se están comunicando continuamente a los demás, expresando ira, miedo, amor, confianza, rechazo; en realidad, todas nuestras emociones. No podemos ocultar lo que queremos decir; podemos hacerlo durante un tiempo, pero al final la verdad aparece. 

Para comunicarnos con claridad, el primer paso es el silencio, o sea, la capacidad de escuchar.

Además de escuchar, la comunicación consiste también en compartir, entender y disfrutar lo que los demás tienen para ofrecer. La comunicación auténtica cura y alimenta.

La comunicación no se da sólo con los demás, sino también con uno mismo, con Dios y hasta con la naturaleza. Estar en silencio, concentrado y abierto nos permite sintonizar con los demás de modo que podamos responder de una forma adecuada y significativa, no sólo de forma mecánica.

¿Cuáles son los obstáculos que bloquean la comunicación positiva? Cuando nos comunicamos ¿reflexionamos o desviamos lo que queremos decir? ¿Está claro lo que comunicamos o es confuso para los demás?

He aquí algunas causas corrientes que hacen que la comunicación se bloquee:

• Una multitud de pensamientos, de palabras y acciones nos sobrecargan, lo cual nos lleva a ser incapaces de pensar con claridad. Perdemos la esencia de lo que tratamos de transmitir.
• Estar perdido en nuestras propias emociones o ideas. En tal estado no escuchamos a los demás con atención.
• Recordar el pasado de forma negativa. Eso no nos permite sintonizar adecuadamente con nuestro presente y futuro. Cuando no nos comunicamos adecuadamente con las necesidades del tiempo presente, perdemos oportunidades.
• Falta de sinceridad. Cuando nuestros pensamientos y sentimientos son honestos y respetuosos, entonces el corazón de los demás se nos abrirá. Se habrá construido una vía positiva de confianza y la comunicación corre por ella positivamente.
• Crear percepciones y sentimientos negativos sobre los demás, es decir, visualizarlos y etiquetarlos. Estos sentimientos, por más ocultos que estén, al final siempre se comunican a los demás, a un nivel sutil, no verbal, y crean una atmósfera de tensión y malestar.
• No soltar las percepciones y los sentimientos negativos. El único método de renovar nuestra relación con los demás es soltar la negatividad todos los días, para evitar acumular. Demasiado a menudo, la acumulación ocurre sin que nos demos cuenta y nos preguntamos por qué no hay ninguna respuesta positiva.
• Falta de silencio. Adentrarse profundamente en el ser y poner nuestros pensamientos y sentimientos en la cuarentena del silencio permite que se conviertan en positivos. La cuarentena
de la relajación silenciosa atenúa la rabia y la culpa y las quejas que a menudo le acompañan.

jueves, 30 de mayo de 2019

¿Cómo podemos superar el miedo?



Antes de participar o de reaccionar, a menudo necesitamos relajarnos, calmarnos y observar para que nuestra contribución sea apropiada y positiva.

Aprender a observar:
¿Cómo me veo a mí mismo?
¿Como alguien valioso?
¿Con el derecho a ser?
¿Puedo afrontarme a mí mismo?
¿Me gusto, me acepto y me respeto a mí mismo?

¿Cómo veo a los demás?
¿como amigos?
¿como enemigos?
¿como maestros?
¿como apoyos?
¿como extensiones mías?
¿como objetos de valor?

¿Cómo veo la vida? Ante todo como:
¿Alegría o dolor?
¿Un regalo o una maldición?
¿Un juego o una batalla?
¿Aprendizaje o pérdida?

Si recorremos estas preguntas despacio y con calma, y nos tomamos el tiempo para pensar sobre ellas, las respuestas nos harán conscientes de si estamos construyendo muros o puentes en nuestra vida. ¿Hay sólo puentes o sólo muros o ambas cosas? ¿Más puentes o más muros? La respuesta negativa es un muro; la positiva es un puente.
He aquí algunas formas de construir más puentes y menos muros:

Confianza – Aprende a confiar, porque confiar en uno mismo, en los demás y en la vida abre posibilidades imprevistas. No te preocupes demasiado si te engañan, si el otro no dice la verdad, si, si, si… Deja estos “si” y actúa. Como se suele decir: “Quien nada arriesga, nada gana.”

Fe – Salta por encima de las barreras; no las conviertas en excusas. Si no aceptamos retos, nuestra vida es una vida de “aburrida seguridad” cuyo fundamento está en el miedo a la novedad y al cambio. Puede parecer cómoda y segura, pero es de una seguridad ilusoria, que puede romperse en cualquier momento, de cualquier forma.

Aceptación – Los errores, los contratiempos, los fracasos, las decepciones forman parte del proceso de crecimiento y de conocimiento, y no hay que condenarlos o temerlos. Todo ser humano los ha experimentado o los está experimentando, y los continuará experimentando.

Siempre queda luz – Todas las cosas tienen su significado y, si no ahora, al fin, entenderemos ese significado. Es sano para la mente y el cuerpo no cargar con el peso de la exageración y la falta de perspectiva.

La vida es un juego – Conoce las reglas y juégalo bien. Un buen jugador entiende, por eso es tranquilo, tolerante y flexible, no se queda atascado en una jugada, un movimiento u otro jugador durante demasiado tiempo, concede el respeto y la atención debidos, pero sigue adelante. Un buen jugador desempeña en el juego el papel que le corresponde y no intenta desempeñar el de los demás.

Amor propio – Reconozcamos nuestra realidad espiritual como seres humanos con recursos de calidad en su interior que tienen siempre que estar abiertos para usarlos. No necesitamos aceptar falsos apoyos del exterior, como un nombre, fama y elogio. Somos lo que somos por lo que hay en nuestro interior. Nuestro punto de referencia es lo que de eterno y valioso hay en nuestro interior; entonces no puede darse el miedo a recibir daño.

Silencio y perspectiva positiva – Cuando nos damos cuenta de la importancia de estar en silencio y quietud de vez en cuando, entonces nuestra positividad hacia el yo y la vida se reexamina y renueva. De lo contrario, la velocidad e inmensidad de las fuerzas negativas, provengan del yo o de los demás, sin duda nos harán temerosos.

Alejémonos de las presiones de la vida y aprendamos a romper las cadenas del miedo que nos atan y nos impiden progresar espiritualmente.

La convivencia interna



Para sentirse bien, hay que entender que nuestra característica fundamental es la paz. Siempre lo ha sido y siempre lo será.

Por desgracia, las exigencias, los compromisos, las obligaciones y las responsabilidades del día a día nos limitan y ocupan un lugar tan prominente en la conciencia que no nos sobra tiempo para dar crédito al potencial de ser pacífico.

El ser posee alas y quiere volar. En ocasiones consigue batirlas para alzar el vuelo, pero quizás no tenga suficiente seguridad para, al abandonar su rama, permanecer volando de verdad sin caerse.

¿Qué sucedería si un pájaro batiera sus alas, pero las garras no se soltaran de la rama en la que se encuentra? No volaría y sólo se cansaría. El cansancio y la frustración caracterizan el estado de la persona que no tiene fe en su propia capacidad de volar libremente y sobre todos los obstáculos. Se mantiene agarrada a las ramas del apego que generan una ilusión de seguridad.

Hay una frase popular para ayudar a alguien: «hacerle salir del nido». Pero, ¿quién puede hacer salir del nido el ser para dejarlo volar? Solamente el ser.

El primer paso consiste en aprender a valorar las características de tu personalidad que podrían conferirte una seguridad real, independiente de bastones y de ramas.

El segundo paso consiste en comprender que los defectos y las flaquezas forman parte de un estado de conciencia con el que ya no te identificas. No hace falta que seas débil.

Cuando alguien está construyendo una casa nueva, todo su amor y esperanza se dirigen al nuevo hogar. El viejo se olvida rápidamente. Todo el interés se dirige al futuro y el pasado ya no tiene fuerza para echarte hacia atrás.

Ser tu propio amigo

Para convivir bien contigo mismo, tiene que gustarte ser quien eres. Evidentemente, esta nueva amistad que brota internamente depende de la sinceridad de tus esfuerzos por dejar atrás lo inútil y lo perjudicial.

Para muchos, a menudo la vida consiste en una serie de actividades aleatorias, sin meta y sin destino. El futuro se sacrifica en aras del placer del presente. Y el presente no dura lo suficiente para poder llenarnos o satisfacernos.

Amigos, contactos, fiestas y frivolidades desfilan con gran pompa por la tela de las mentes de tales personas. Las palabras son confusas y las acciones, todavía más. La felicidad es escurridiza, siempre es una casi experiencia. Surgen pensamientos como:

            Casi fui feliz.
            Casi conseguí integrarme.
            Casi llegó mi hora.

Esto sucede cuando ignoramos que la base del bienestar es estar bien con uno mismo. No necesitamos estar atrapados en una búsqueda de sensaciones y experiencias que vengan del exterior.

Es frecuente pensar que el menos responsable de nuestra condición interna somos nosotros mismos. Pensaremos que es la sociedad, el gobierno, nuestra familia, pero no nosotros mismos.

Un gran paso en la vida, sin duda, es asumir la responsabilidad de nuestros propios pensamientos, palabras y acciones y sus consecuencias.

Asumir

Asumir la responsabilidad de tu estado espiritual considerando tus recursos y la confianza en tus posibilidades te ayudará a despreocuparte por tu futuro y a no darle tanta importancia.

Si ahora estás actuando bien, por fuerza el futuro tendrá que ser bueno.

Cuando te preocupas de ti, sientes una gran tolerancia hacia los demás. Consciente de tus propios fallos, puedes perdonar a cualquiera. Consciente de tus virtudes, deseas contribuir a la elevación de los demás.

miércoles, 15 de mayo de 2019

La meditación como educación



La educación espiritual nos conduce al entendimiento y la experiencia de nuestra existencia holística como seres humanos, al conocimiento de que somos seres espirituales así como físicos, mentales y emocionales. A menos que se reconozca el factor espiritual, no se puede comprender la compasión de la naturaleza humana.

Una verdadera educación espiritual se podría describir como:

- Aprender de los demás.
- Crecer a través de los demás.
- Integrarse con los demás.
- Contribuir a los demás.

Cuando estamos aprendiendo de forma genuina, sólo entonces podemos experimentar crecimiento espiritual. Cuando crecemos, nos integramos con los demás y es en esta integración que se da una contribución mutua y natural a la naturaleza y ser de cada uno. Estos cuatro procesos de educación están funcionando constantemente, pero sólo se producen de una manera significativa y que podamos disfrutar cuando los recursos espirituales del ser se activan y se usan de forma creativa.

Estos recursos, en conjunción con la mente y el intelecto, enriquecen nuestra manera de ver el mundo, la forma en que interactuamos con el mismo y la forma en que individualmente creamos nuestro lugar en él. Estos recursos son las cualidades originales del ser, que no hemos usado apropiadamente durante largo tiempo. Con el reconocimiento de nuestra dimensión espiritual, empezamos a aprovechar y usar estas energías positivas.

A fin de iniciar y sustentar este proceso necesitamos fe en el ser:

- ¿Creo en quién soy yo?
- ¿Creo en lo que tengo?
- ¿Creo que puedo ser más?

Nuestros recursos originales son muy sencillos: amor, paz, pureza, conocimiento y felicidad. En la meditación Raja Yoga a éstas se las denomina las cinco cualidades originales del alma. Cuando retornamos nuestra conciencia a estas cinco cualidades y las recordamos, entonces podemos traducirlas de esta manera:

- Amor: Cuido y comparto.
- Paz: Armonizo y reconcilio.
- Pureza: Respeto y honro.
- Conocimiento: Soy y existo.
- Felicidad: Expreso y disfruto.

lunes, 22 de abril de 2019

Integridad II



Emergemos la actitud y consciencia de integridad cuando repetidamente reconocemos la verdad de que somos un alma pura, pacífica y llena de cualidades. Nos valoramos desde la percepción que desarrollamos de ser seres espirituales, nos valoramos desde la experiencia de nuestras cualidades internas y dejamos de buscar fuentes externas de validación. Cuanto más nos enfocamos en nuestra relación con el Ser Supremo divino, más atraemos poder puro espiritual hacia nuestra alma. Esto nos capacita a manejar nuestros pensamientos, sentimientos y acciones e interpretar nuestras percepciones sensoriales con sabiduría.


Necesitamos poder y fortaleza para tener integridad. El poder transformador positivo ha de provenir de una fuente externa a nosotros. No podemos ir hacia nuestro interior y encontrar suficiente poder para la transformación porque nuestro espíritu se ha vaciado. No podemos extraer poder de otro ser humano porque también están vacíos y lo único que conseguimos con esa actitud son relaciones desequilibradas. La fuente de bondad y de poder para mantener la integridad es el Ser Supremo, porque está más allá de este universo material y no está sujeto a ninguna corrupción, deterioro o decadencia. El Ser Supremo es inmutable, siempre lleno y su poder no se reduce nunca.

Meditación significa buscar y disfrutar la compañía del Ser Supremo a través de la mente, atraer poder espiritual hacia nosotros. La influencia divina que recibimos nos da fortaleza para emerger nuestra integridad. El recuerdo de Dios produce claridad en la conciencia y nos capacita para convertirnos en amos y soberanos de nuestro mundo interno, devolviéndonos nuestro auto-respeto original.

Integridad I



Integridad es la consistencia interna que viene de una honestidad rigurosa y de fuertes principios éticos. Supone reconocernos como un ser indiviso y completo. La integridad surge de la comprensión de que tenemos la capacidad de resistir debilidades tales como entrar bajo la influencia de los demás, dudar de nosotros mismos o caer ante el influjo de tentaciones o amenazas. Sabemos y experimentamos que nuestro espíritu no se puede romper. Nuestra base es el coraje y el auto-respeto. Vivimos nuestra vida siguiendo principios éticos claros y diáfanos, sobre los que hemos reflexionado en profundidad y que expresamos a través de nuestras palabras y comportamiento. Somos lo mismo interna que externamente. Esto nos hace honestos y dignos de confianza.

La integridad trae contentamiento. Contentamiento significa vivir una vida en la que nos sentimos satisfechos, plenos y felices con aquello que hemos conseguido y disponemos. Nos sentimos en armonía con nuestra vida y logros. No somos avariciosos ni nos preocupamos por acumular sino que somos generosos.

Se dice: “Vive cada día como si fuera el último.” Se puede extender el significado de esta máxima a cada momento del día a través de la práctica de la honestidad y de un mayor reconocimiento de la importancia del tiempo. 

Desde la integridad cambiamos nuestra visión del mundo y nuestra visión del ser en el momento en que nos damos cuenta de que somos, en esencia, un alma hermosa y llena de amor, y que todo depende de nuestra manera de pensar. De esta manera transformamos la visión de todo lo que nos rodea y la interpretación de los eventos y circunstancias. También cambian nuestros sentimientos en relación a eventos del pasado.

martes, 2 de abril de 2019

En tiempos de trastorno y conflicto



En estos momentos de trastorno, todas las personas del mundo necesitan buenos sentimientos llenos de amor, sentimientos puros, oraciones y meditaciones por la paz. Los seres humanos son instrumentos para la guerra y son también instrumentos para la paz. El acto más poderoso que podemos realizar en estos momentos es crear una atmósfera de paz a través de nuestros pensamientos y vibraciones, no sólo con las palabras.

Para poder hacer esto necesitamos el poder de Dios. A través de nuestra relación con Dios recibimos virtudes que fortalecen al alma. Esto hará que nuestras acciones sean constructivas y nuestras interacciones estén llenas de espiritualidad.

Así podemos convertirnos en verdaderos instrumentos de Dios para servir a todas las almas del mundo, sin discriminación por ideales ni creencias. Ver a todos como hijos de Dios que forman parte de nuestra familia humana. Nuestro único deseo es ayudar a todos y capacitarles a experimentar el amor de Dios y la verdadera paz. Sólo así la paz puede retornar a nuestro mundo.

sábado, 2 de marzo de 2019

El regalo del tiempo



Si pensamos acerca del tiempo como un regalo, sabemos que es precioso, sabemos que es poderoso, pero quizás pensamos que sólo hemos recibido un fragmento limitado. Cada vida limitada a un número de días, invalorable, pero finito.

Un regalo mayor es saber que tenemos tiempo sin fin.

El mayor regalo es aprender que podemos ser amos del tiempo.

En el silencio y la quietud podemos salir fuera de los límites del tiempo y conocer sus tres facetas: el pasado, el presente y el futuro. No sólo nuestra propia historia, sino la historia del mundo entero. En la calma y el silencio, llegamos a comprender la gran y decisiva verdad del tiempo.

El tiempo nos explica sus secretos.

El tiempo nos llama…

De las manecillas del reloj, vemos como los minutos y horas avanzan, cómo los días se convierten en noches y de vuelta en días nuevamente, experimentamos cómo se mueve el tiempo. El tiempo siempre nos ha dicho que se mueve en círculos. Ahora nos dice que el tiempo está volando. Y nosotros todavía estamos caminando, tropezando. Nos hace señales para que lo alcancemos.
Cuando no comprendemos cómo funciona el tiempo, buscamos cosas temporales, cosas encerradas en el tiempo – posesiones y posición, nombre y fama, relaciones y apegos. Las cosas temporales pasarán, a medida que el tiempo pasa.
Dios nos susurra en un oído, “¿Qué estás haciendo?” Y el tiempo nos llama por el otro, “El tiempo esta volando…”

El tiempo corre por delante…
Quizás sentimos que el tiempo nos controla, que nos persigue. Decimos que no tenemos tiempo para hacer lo que queremos hacer. “Si tuviera tiempo…” Sin embargo cada hora se da a cada uno en igual medida. Si elegimos, podemos decir, “Crearé tiempo”; podemos ser los amos del tiempo, no sus esclavos. Podemos decir, “El tiempo es mi posesión personal que me puede traer abundancia”. Los demás se pueden beneficiar mediante nuestro buen uso del tiempo si tomamos conciencia de su verdadero valor.

Liberación del pasado…
El tiempo sólo se mueve hacia delante. Deja el pasado atrás. Sin embargo, a menudo nos olvidamos de avanzar hacia delante, fuera del pasado. Las decepciones, las cosas que hubieran podido ser, los viejos sufrimientos se amontonan en nuestra conciencia. Acumulamos archivos y archivos de viejos recuerdos, volviendo a veces a abrir uno, y a veces otro. Liberarnos es desconectar en un segundo nuestras mentes de estos viejos archivos polvorientos.
La compasión de Dios nos ayuda a tratar con el pasado.
Podemos aceptar un consejo del tiempo: deja el pasado allí donde pertenece… en el pasado.

Liberarse del futuro…
Incluso cuando nos liberamos de la atadura del tiempo pasado, podemos crear cadenas imaginarias en el futuro. No podemos disfrutar de la satisfacción en el presente cuando perseguimos nuestro siguiente deseo. Decimos: “Seré feliz cuando…”. “Si simplemente…”. El miedo y nuestras falsas premoniciones nos roban nuestra felicidad del presente. Con fe y esfuerzo determinado podemos hacer cambios en el presente que da forma a nuestro futuro. El futuro es una casa que construimos hoy, pero en la que no podemos vivir hasta mañana. El amor de Dios nos da coraje para vernos a nosotros mismos claramente y para cambiarnos ahora.

El regalo del presente…
El regalo del tiempo que siempre nos puede dar felicidad es el momento presente. En el recuerdo de Dios y con plena conciencia del presente tenemos poder sobre el tiempo. Tenemos la determinación de decir, “lo haré ahora”. De hecho, no sólo de decirlo, sino también de hacerlo. No podemos decir qué nos va a traer el tiempo. No hay forma de saber qué va a suceder en el próximo momento. No hay garantía para la vida. Así que vivir cada momento con todas las cuentas saldadas, todos los deberes hechos, todo completado es vivir realmente en este momento ahora. La compañía siempre presente de Dios nos recuerda que hagamos el mejor uso del presente.

Cambiarme a mí mismo



Tómate unos momentos para visualizar una barca, avanzando suavemente a través del agua. Todo está yendo bien, el viaje es placentero.

Ahora imagina que de alguna forma, se produce un agujero en la barca. El agua empieza a entrar. A medida que entra más y más agua, la barca empieza a hundirse, hasta que finalmente se hunde del todo.

Esta es la historia de la “barca” de nuestra vida.

Para muchos de nosotros, el inicio del viaje está lleno de inocencia, amor y confianza. Sin embargo, en algún momento del viaje, empezamos a hundirnos. Nos quedamos abrumados y nos detenemos. ¿Por qué? Las influencias externas nos inundan, llevándose nuestra fe, haciendo difícil defender nuestros valores y principios. Nos hacemos dependientes de los demás y de las circunstancias y, finalmente, mendigos de felicidad y de paz.

La verdadera esperanza de cambiar empieza sólo cuando comprendemos lo que necesitamos hacer, y lo hacemos. Todo lo que aprendemos en nuestro camino espiritual nos lo necesitamos explicar en primer lugar a nosotros mismos.

“Necesito cambiar”. Ésa es la perspectiva correcta, no importa qué clase de situación o persona esté frente a nosotros. Y necesitamos revisarnos en esto: ¿Cuándo planeo cambiar? ¿Hoy? ¿Mañana? ¿El año que viene? Se puede desperdiciar mucho tiempo esperando que otros cambien primero.

Incluso el decir, “Vale… creo que lo he captado. Voy a probar”, es retrasar el proceso de restauración.

¿Cuándo lo probarás?

Hay poder en decir: “¡Sí, lo he comprendido!” y cambiar algo en uno mismo en ese mismo momento.

Piensa: Si no lo hago yo, entonces, ¿quién? Si no es ahora, entonces ¿cuándo?