jueves, 25 de mayo de 2017

¿Problema o regalo?

Nuestra visión y perspectiva de la realidad condiciona nuestro estado de conciencia y actitud en el momento de afrontar y responder a las situaciones que se nos presentan en la vida.

Cuando la situación que se nos presenta desestabiliza nuestros planes o va en contra de nuestras expectativas, si nuestra visión permanece en el plano horizontal, solemos describirla como un problema. Viendo la situación como un problema nuestra reacción interna es de desagrado y rechazo, pues se sale del guión previsto y supone una molestia o incomodidad.

Elevando un poco más la visión, como si desplazáramos nuestra consciencia en un eje vertical y observáramos esa situación desde una posición más elevada, empezamos a vislumbrar que no se trata de un problema, sino de un reto. Un reto conlleva también una oportunidad de fortalecernos y progresar, usando nuestros recursos internos para afrontarlo y superarlo. Viendo la situación como un reto, también experimentamos el estímulo de superar y vencer un desafío. El coraje y la determinación incrementan en nuestra actitud.

Si seguimos elevando nuestra visión, si observamos la escena desde la estabilidad y quietud del estado de un observador desapegado, entonces descubrimos que esa misma situación no sólo es un reto y una oportunidad, sino que es un regalo. La vida me ofrece una perla de sabiduría en la forma de un reto o desafío, pero sé que detrás de las apariencias se esconde un precioso regalo diseñado exclusivamente para mí, lleno de secretos que me van a permitir alcanzar nuevos horizontes de entendimiento y realización.

Con una visión espiritual y elevada, la vida se convierte en un juego maravilloso que, a través de las situaciones diferentes y cambiantes, nos ofrece valiosos regalos para nuestro progreso y desarrollo interior.


La propiedad espiritual de la felicidad

La felicidad espiritual que desarrollamos al experimentar la consciencia del alma y la relación con el Alma Suprema es única e invalorable.
¿Por qué desaparece la felicidad espiritual? Una de las principales causas está conectada con los deseos limitados. Tenemos que ser conscientes de que si tenemos incluso un deseo en la mente, éste dará nacimiento a muchos otros. Un deseo es satisfecho y otro surge inmediatamente. Una mente llena de deseos es una mente intranquila que no conoce el descanso. Una mente calmada y satisfecha es el contenedor seguro de la felicidad espiritual.

Otro aspecto que hace que perdamos la felicidad es la crítica y la difamación. Absorber la crítica o la difamación que otros puedan hacer de mí significa entregarles mi felicidad a ellos. Es como renunciar a mi verdadera propiedad. Tenemos que ser conscientes de que no hay mejor nutrición para el alma que la felicidad. Por ello es importante considerar prioritario el preservar y mantener nuestra felicidad espiritual, uno de nuestros tesoros más elevados.

La felicidad también desaparece cuando nos involucramos en pensar acerca de personas y situaciones. Si nuestra mente se absorbe en los pensamientos de situaciones externas, se hace muy difícil permanecer conectados con nuestra esencia, con nuestro ser verdadero y por supuesto, con Dios, el Alma Suprema. Debido a ello, la experiencia de la felicidad espiritual se diluye en medio de tantos pensamientos inútiles e innecesarios.

Sólo Dios, de hecho, nos puede dar la calidad de felicidad que sustenta y conforta nuestro corazón. Otras personas y las situaciones nos pueden proporcionar solamente felicidad pasajera.

Si aprendemos a tomar de Dios esta felicidad de la calidad más elevada podremos permanecer constantemente felices.


martes, 9 de mayo de 2017

Meditación y concentración

La meditación es el proceso a través del cual entrenamos la mente para crear conscientemente el tipo correcto de pensamientos que queremos tener. Para que los beneficios de la meditación se hagan efectivos, necesitamos practicarla de manera regular, como parte de nuestra rutina diaria.
En el campo de la acción, nos confrontamos con diversos tipos de situaciones adversas e incómodas, cuyo primer y más inmediato efecto se produce en el nivel de nuestros pensamientos, antes de que su influencia se manifieste en la expresión de la cara o en las palabras o acciones. Nos damos cuenta, en nuestro interior de que los pensamientos (y como resultado nuestra respuesta a través de las acciones) que creamos en esos momentos no son los adecuados. Queremos inculcar el hábito de que los patrones de pensamiento sólo sean los que nos gustan o consideramos correctos, positivos y poderosos, no importa lo que suceda.

¿Así que por dónde empezamos? La meditación es el punto de partida. La meditación es el momento en el que conscientemente creamos pensamientos de calidad positiva. ¿Qué beneficio conseguimos? En esos momentos, estamos cambiando el hábito muy antiguo y arraigado de crear pensamientos erróneos y desestabilizadores cuando afrontamos situaciones adversas.

¿Cómo hacemos esto? A través del intelecto. El intelecto es la facultad de nuestra consciencia que nos permite tomar las riendas de la mente y elegir la dirección en la que queremos que la mente viaje. Durante la meditación, exploramos y contemplamos conceptos de conocimiento espiritual como la perspectiva de nuestro ser como un alma, un ser de luz. Con el intelecto nos enfocamos en esta realidad sutil.

El intelecto es la facultad que nos permite concentrarnos en el pensamiento que elegimos. En general nos resulta más fácil enfocarnos en aspectos físicos o prácticos y se vuelve más resbaladizo enfocarse en pensamientos sutiles.

Es sólo con la concentración del intelecto que podemos acceder a hermosas, profundas y transformadoras experiencias espirituales. Y el único método para desarrollar la capacidad de concentración del intelecto es la práctica continuada y atenta, con determinación y propósito.


Diferencia entre controlar y reprimir

A fin de conquistar nuestros hábitos negativos, se hace necesario desarrollar la capacidad de controlarlos con nuestra voluntad. Y entonces surge la cuestión: ¿no es controlar también una forma de reprimir? Y todos sabemos que reprimir algo siempre tiene consecuencias perjudiciales.

Tomemos unos momentos para reflexionar sobre esto. Podemos profundizar sobre el proceso de la ira, un hábito negativo muy común. Cuando entendemos que nuestra esencia original es la paz y no sólo lo entendemos, sino que a través de la meditación y la contemplación realmente lo experimentamos, nuestra conciencia cambia. La experiencia habitual es que cuanto más nos sentimos en paz y en bienestar en la mente, más valoramos la presencia de la paz en nuestras vidas. Ahora tenemos mayor conocimiento espiritual acerca de nosotros mismos.

Hay una diferencia fundamental entre controlar y reprimir. Cuando tenemos conocimiento espiritual y alguna situación externa activa nuestra ira (que todavía existe, aunque tengamos la meta de superarla), entonces vamos desarrollando el poder de controlar. Esto quiere decir que incrementa nuestra capacidad de resistir internamente la fuerza de esa ira, ya que en nuestro intelecto mantenemos claridad acerca de quién soy y qué es lo que quiero: preservar mi paz y mi estabilidad. La decisión que tomemos para responder a ese estímulo será una decisión consciente.

En cambio, reprimir es algo que se hace desde la ignorancia, desde la obligación. Por ejemplo, alguien provoca mi ira y reprimo mi reacción. Normalmente lo haremos desde el miedo o desde la incapacidad, es decir, no es una decisión que proviene de un entendimiento y un proceso consciente sino desde lo que se percibe como una necesidad.

Un ejemplo podría ser el jefe dándole una reprimenda a un empleado. Al empleado le encantaría contestarle pero teme por su puesto de trabajo. La ira reprimida simplemente estallará en otro lugar y momento, quizás en su casa con su familia.

Por tanto, el auto-control es una capacidad muy necesaria en nuestro proceso de crecimiento espiritual, siempre desde el discernimiento y la claridad de conciencia.


lunes, 1 de mayo de 2017

El arte de mantenerse contento

Nos mantenemos contentos cuando reconocemos los beneficios que nos aporta cada escena, cada situación, y cuando reconocemos la belleza y las cualidades de cada alma (¡empezando por nosotros mismos!).

Podemos revisar nuestra capacidad de permanecer contentos si somos capaces de pensar sobre el pasado sin arrepentimiento y sobre el futuro sin miedo.
Permanecer contento es una gran virtud, aunque puede que al principio no atraiga nuestra atención. Aquellos que están realmente contentos, normalmente no hablan acerca de ello. Es un placer estar en su compañía, ya que están llenos, son pacíficos y generosos.

La experiencia de estar contento no les viene a aquellos que disponen de muchos medios, sino a aquéllos cuyas necesidades son pocas.
Hacer buen uso de lo que tenemos y desprendernos de lo que no necesitamos ni usamos nos ayuda a vivir una vida sencilla y sentirnos contentos.

Cuanto más positivos sean los pensamientos que fluyen a través de mi mente, más contento me sentiré. Es fácil sentirse contento cuando se nos alaba o aprecia, pero seguir contentos cuando somos criticados o rechazados es el indicador de la verdadera fortaleza espiritual. La forma de desarrollar este nivel de fortaleza es aprender acerca de la forma de amar de Dios. Sólo cuando estoy en profunda contemplación puedo ver cómo Dios me muestra la clase de amor que necesito expresar de forma que yo mismo nunca rechace o critique y siempre genere buenos deseos hacia los demás. Entonces me sentiré satisfecho no importa lo que la vida me arroje.


Dar felicidad y tomar felicidad

Se dice que la felicidad es la mejor nutrición del alma. Vivir en un estado de felicidad es vivir en plenitud.
Sin embargo, esto sólo es posible cuando entendemos la diferencia entre la felicidad espiritual y la felicidad limitada y temporal, es decir, basada en la satisfacción de los deseos limitados de la mente.

La felicidad que de verdad nos nutre no proviene del exterior, del mundo físico material que nos rodea. La felicidad espiritual es una felicidad sutil que surge de forma natural cuando llenamos nuestro intelecto de conocimiento espiritual, cuando llenamos nuestra mente y corazón con experiencias de amor y silencio, cuando desarrollamos todo nuestro potencial de cualidades y virtudes y cuando contribuimos al mundo de forma significativa para elevar la conciencia de quienes nos rodean.

La felicidad temporal es una experiencia transitoria que se produce al satisfacer algún deseo limitado. Sea una satisfacción a través de los sentidos físicos o la consecución de cierto respeto, consideración, nombre o fama, esta felicidad ni nos llena ni nos nutre realmente. Sólo nos deja satisfechos temporalmente, lo que provoca que volvamos a buscar esos estímulos, llegando a desarrollar adicciones.
La felicidad que necesita el alma es un estado, no una sensación pasajera. Se trata de vivir desde la felicidad y no sólo en su búsqueda. Esto es posible cuando reconocemos y experimentamos que mi naturaleza eterna, la del alma, es de felicidad. Se trata de conectar con mi esencia de felicidad.

Y otro principio espiritual importante a fin de mantener la experiencia de la felicidad es entender que cuanto más donamos felicidad a otros, más incrementa la nuestra. La felicidad nunca se consume al compartirla, sino al contrario, incrementa en nuestro interior y a la vez llena de luz la vida de los demás.

Por otro lado, para proteger este tesoro más preciado de la felicidad, es esencial desaprender el hábito de tomar pesar. A veces son los demás los que se comportan de forma negativa o infeliz, y cometemos un gran error cuando nos dejamos influenciar por su infelicidad.
Con atención y con sabiduría, tenemos que aprender el arte de preservar nuestra felicidad interior, como quien protege un espacio sagrado, donde no debemos permitir que entre ninguna influencia que no queremos. Esto requiere determinación y la fortaleza del silencio que obtenemos de la práctica de la meditación.