miércoles, 27 de mayo de 2020

La calidad del pensamiento


Pensemos en una semilla. Es como un punto –pequeña, diminuta y compacta- y sin embargo plena de potencial. Un pensamiento es una semilla, que puede ser positiva o negativa, según nuestro estado de ánimo, actitud y carácter. El pensamiento crea sentimientos y actitudes. A esta combinación se le llama conciencia. Nuestra conciencia es un reflejo de nuestros pensamientos, y nuestra vida es un reflejo de nuestra conciencia.

Habitualmente permitimos que nuestros pensamientos se esparzan por doquier, que divaguen por todos los rincones de nuestra mente. Los pensamientos descontrolados son como un automóvil lanzado a toda velocidad: a no ser que frenemos, nos estrellaremos. Una  mente sin control está tensa y preocupada. Esto causa muchísimo daño.

Para que nuestra mente trabaje con naturalidad necesitamos aplicar un freno. Una mente natural es pacífica, y una mente pacífica nos da claridad. Cuando vemos las cosas con claridad no hay desgaste porque nuestra mente se vuelve ligera, no se ve agobiada con pensamientos innecesarios. La mayor enfermedad de la mente es pensar demasiado, especialmente en otros: en lo que hicieron, lo que deberían hacer, lo que debieron haber hecho, lo que dijeron, lo que quisiéramos que hubieran dicho, por qué hablaron siquiera. Todo esto perturba la serenidad propia de la mente.

Cuando pensamos demasiado solemos fantasear y reaccionar con desmesura, y así creamos sentimientos negativos. La observación nos da la paciencia y claridad necesarias para pensar y actuar de manera apropiada; al observar nos concentramos interiormente, lo que nos permite ver la realidad.

Si sembramos una semilla de pensamiento positiva y limpia y nos concentramos en ella, le daremos energía, así como el sol se la da a la semilla que yace en la tierra.
Cada mañana, antes de comenzar nuestra jornada, sentémonos tranquilos, en silencio, y sembremos la semilla de la paz. La paz es armonía y equilibrio. Dejemos que la paz encuentre su hogar en nuestro fuero interno.

La paz es nuestra fortaleza original, nuestra eterna tranquilidad del ser.



Extracto del libro:
DESCUBRIR LA ESPIRITUALIDAD
Anthony Strano

Las virtudes


Las virtudes son la belleza de una persona; son lo que la hacen adorable y única; son el color, la forma, el perfil de su personalidad. Determinan la forma de hacer las cosas; su manera de moverse, de hablar, de vestir. Puede no tener dinero, pero, si tiene virtudes, siempre dará la impresión de riqueza porque todo lo que la rodea será de calidad.

Las virtudes brillan hacia el exterior y en todo: en el cuerpo, en el entorno, y en la esencia del universo; llenan lo que está vacío, sanan lo que está enfermo y calman lo que está intranquilo. Pero, debajo de las virtudes, debe haber silencio, pues el silencio es el oro que realza las joyas y las protege de la dispersión y del desgaste. En el silencio, descubrimos cómo usar la riqueza, dónde invertirla e, incluso, cómo incrementar su valor.

Hay una historia acerca de una tierra que, cierta vez, fue habitada por hombres y mujeres que, instintivamente, sabían cómo convivir mejor unos con otros. Y la historia cuenta que su primer habitante era una mujer llamada Lakshmi (que significa Diosa de la Riqueza o de las Virtudes) y el segundo era un hombre, Narayan (aquel que alcanzó la perfección mediante el silencio del yoga).

Cuando el silencio y las virtudes caracterizan una relación entre dos personas, existe armonía. Cuando el silencio y las virtudes coexisten en una misma persona, hay perfección.

La perfección es posible pues, de lo contrario, no existiría una palabra para ella.



Extracto del libro:
La BELLEZA INTERIOR
Anthea Church

El poder de la fe


Un calidoscopio crea dibujos preciosos a partir de unas piezas desordenadas que están dispersas; cuando el calidoscopio gira, el desorden se vuelve orden, el caos se vuelve belleza y simetría. La obra de teatro de la vida está girando constantemente y nosotros formamos parte de su movimiento cíclico; a veces ese movimiento cíclico de la vida es compasivo, comprensible y agradable, mientras que otras veces es tenso, temible, estresante e incomprensible. Experimentamos confusión y miedo porque no entendemos qué está pasando, por qué está pasando y cómo se puede mejorar. Las cosas no sólo nos parecen caóticas sino también sin remedio. Si somos capaces de ir más allá de las preguntas “¿por qué?”, “¿qué?” y “¿cómo?” y podemos limitarnos a estar tranquilos, sin juicios ni presiones durante un cierto tiempo, entonces las cosas se resuelven. Para ello se requiere fe.

El poder de la fe significa que sabemos que de algún modo y de algún lugar llegarán las soluciones y las respuestas correctas a su debido tiempo.

Estamos tan acostumbrados a controlar a las personas y situaciones para obtener un resultado particular que hemos olvidado cómo usar el poder de la fe.

La fe dice: “Planta las semillas adecuadas, haz el esfuerzo adecuado, pero deja también que las cosas sean”. La fe no significa permanecer pasivo sino más bien actuar y pensar sobre algo y, después, tener la paciencia y confianza de que la obra de teatro de la vida también está velando por ello; las consecuencias de cualquier acción no dependen sólo de mí.

Con la práctica de la meditación, nuestro intelecto funciona como un calidoscopio y cuando la obra de teatro de la vida gira, podemos percibir las formas ocultas y preciosas que, con tiempo, se vuelven visibles y benévolas.

El éxito, o la victoria, dependen tanto de hacer las cosas con buena intención como de permitir que las cosas sigan su propio curso. La sabiduría es el conocimiento de este equilibrio.



Extracto del libro:
PENSAMIENTO ORIENTAL
para la mente de occidente
Anthony Strano

Madurez


A medida que maduramos espiritualmente, cada vez necesitamos menos de las alabanzas y la atención de los demás para sentir respeto por nosotros mismos. Cuanto más compasivos y menos egoístas se hacen nuestros pensamientos, mayor es la satisfacción que sentimos con nosotros mismos y con nuestra vida. Nos relacionamos más fácilmente con los demás, y no necesitamos atraer su atención con nuestros éxitos ni agobiarlos con nuestros problemas.

Un signo de falta de madurez es la queja. Cuando nos quejamos acerca de lo que sucede, acerca de uno mismo, acerca de los demás, esta actitud de queja denota una falta de madurez. Falta de madurez quiere decir que soy incapaz de aprender, no estoy aprendiendo de las experiencias, no me estoy desarrollando ni creciendo, permanezco donde estoy.

Cuando hay inmadurez, la persona mantiene diversos tipos de dependencia hacia los demás, lo cual genera muchas expectativas.

¿Pedimos cooperación o creamos cooperación? Es algo muy diferente. Cuando somos inmaduros lo que hacemos es pedir y tener expectativas. Cuando hay madurez entendemos que tenemos que crear las condiciones para que se dé la cooperación. Tenemos que dar respeto genuino a los demás. No simplemente ser amables con ellos cuando les necesito. Eso es un signo de mucha inmadurez.

La madurez es una consecuencia de la consciencia del alma en la práctica.

Cómo “influir” en el ambiente


Al modelar las virtudes y ejercitar los poderes internos que se guían por los valores más íntimos, obtenemos un efecto positivo y sutil.

Tenemos la libertad de elegir nuestra conducta. Podemos ser aquellos cuyas conductas se influyen por el ambiente, o podemos ser los que cambian el ambiente. Al modelar las virtudes, ejercitar los poderes del ser y dejar que los valores más internos nos guíen, nos convertimos en la personificación de esos poderes, virtudes y valores. En otras palabras, manifestando estos atributos positivos y creencias a través de nuestra conducta, sentimos esa experiencia dentro de nosotros y servimos de ejemplo para los demás. La mayor autoridad es la experiencia ya que tiene la capacidad de influir a los demás, y a la vez, puede influir sutilmente en el ambiente de una forma poderosa.

Enviar pensamientos puros y buenos deseos a los demás es una forma poderosa de comunicarse en silencio. Los pensamientos puros se siembran en la conciencia de respeto hacia el valor inherente, hacia las especialidades y la singularidad de uno mismo y los demás. A partir de la semilla del pensamiento puro crecen los sentimientos sinceros de buenos deseos así como el reconocimiento de las fortalezas de los demás, no de las debilidades que se puedan haber desarrollado durante el curso normal de la vida.

Enviar esta carga positiva a la atmósfera tiene su recompensa. No solamente se beneficia el receptor de estas vibraciones puras, sino que el emisor experimenta el retorno positivo, que se puede manifestar en la forma de buenos pensamientos para uno mismo, para los demás, o alguna forma de logros.

Los pensamientos puros y los buenos deseos pueden enviarse a individuos, grupos, para tareas o actividades, hacia la naturaleza, hacia el mundo, etc. Esa forma de comunicación es un buen hábito a cultivar y se fortalece cuando los pensamientos se apoyan en palabras beneficiosas y actividades valiosas.


Humildad y aprendizaje


Humildad significa estar dispuesto a aprender. Humildad significa estar
dispuesto a cambiar. La humildad sólo es posible cuando tenemos dignidad, y ésta sólo nace del conocimiento de nosotros mismos. Al conocernos sabemos que somos parte del todo, como un rayo en una rueda.

No somos todo, pero tampoco somos nada. Es la humildad la que nos da
este entendimiento y nos mantiene en equilibrio. Si no estamos apegados ni
a nuestras buenas cualidades ni a nuestras debilidades, podemos hacer
frente a ambas.

Si las cultivamos con amor, nuestras cualidades positivas aumentarán y
servirán a otros; y nuestras debilidades disminuirán mediante la atención y
la sinceridad.
 
La humildad es nuestra mayor protección, pues evita que caigamos en el
abismo de la arrogancia y la auto-complacencia. La humildad nos mantiene
alertas a todas las posibilidades: tanto a la de ser engañados y causar un
desastre, como a la de producir los milagros más sorprendentes.

La humildad es el fruto del respeto por nosotros mismos; así pues, una
persona humilde nunca temerá ser vulnerable ni la asustarán las pérdidas.
La humildad da nacimiento a la certeza sin recurrir al dogma. Lo que
necesitamos se encuentra siempre en nuestro interior, y nada ni nadie podrá
despojarnos nunca de estos recursos internos. La humildad brota de la
seguridad interna y nos prepara para comunicarnos, para cooperar y para
experimentar con pensamientos e ideas nuevos.

El poder de las palabras II


Se dice que el silencio es oro y las palabras son plata. Sin embargo, podemos incrementar el valor de las palabras, haciendo que éstas sean precisas, beneficiosas, llenas de buenos sentimientos y llenas de esencia.

El espejo que muestra si el estado interno de la mente es estable y poderoso son nuestras palabras y nuestras acciones. Si nuestras palabras y acciones no están llenas con buenos deseos y sentimientos puros, esto evidencia una deficiencia en el nivel de fortaleza y poder de nuestra mente. Si nuestra mente es positiva, limpia y poderosa, esto se manifestará de forma automática en nuestras palabras y acciones.

A veces, la energía de las palabras se desperdicia, éstas carecen de esencia y de espiritualidad, se vuelven corrientes o incluso triviales. Las palabras llenas de espiritualidad y de esencia crean un impacto en aquellos que las reciben. Con unas pocas palabras, tendrán la experiencia de que han recibido mucho, mientras que las palabras inútiles o innecesarias no producirán beneficio aunque sean muchas.

Una buena práctica para cultivar el poder de las palabras es cuidar la calidad de las mismas, hablar sólo de lo que es necesario o valioso, hacer que las palabras sean dulces, reconfortantes y nunca hirientes, y dejar que el tono de voz sea suave y calmado.

Tales palabras ayudarán a crear una atmósfera precisa, tenderán un puente y llegarán a los corazones de los demás. Las palabras elevadas y espirituales darán un fruto igualmente elevado. Pero incluso si se trata de palabras que se enfocan en temas prácticos, podemos ahorrar el poder de las palabras hablando sólo lo necesario y procurando no entrar en una expansión excesiva.

De la misma forma que practicando y experimentando el silencio interior acumulamos el poder de los pensamientos, es muy beneficioso para el ser acumular el poder de las palabras. Cada recurso personal a nuestra disposición es un tesoro valioso que usado con sabiduría nos da los mejores frutos. Las palabras precisas, positivas, espirituales y llenas de respeto y consideración son un medio fácil de sustentar relaciones armoniosas y livianas con los demás.

Imparcialidad y equilibrio


Ser imparcial es ser independiente y libre de influencias, ser dueño de mí y mantenerme fiel a mi ser superior y a mis cualidades originales de serenidad, amor y alegría. Las circunstancias cambiantes y la negatividad de los demás no me afectan.

El caos siempre vuelve al orden, el mal humor pasa. Con una actitud benévola y positiva me posiciono en armonía con lo que es verdadero y eterno, y de ese modo todos los problemas pueden resolverse.

La mejor señal de equilibrio en la vida es un sentimiento de bienestar, optimismo y una clara conciencia. La base para lograrlo es cuidar de la propia espiritualidad, conservar en todo momento un espíritu apacible, afable y reflexivo. De ese modo sabré intuitivamente cómo cumplir con otras
responsabilidades.

Sólo puedo dar a los demás lo mejor de mí mismo cuando estoy en plena forma.

Cambiar los hábitos de pensamientos


Para Los pensamientos son una fuente de energía invalorable que constantemente influencia nuestro estado anímico, nuestro posicionamiento y percepción de la realidad. Necesitamos administrar la energía de los pensamientos con sabiduría y precisión para hacer un uso correcto y beneficioso de los mismos.

Comenzar el proceso para dirigir los pensamientos requiere conocerse a uno mismo y poder de voluntad. Consiste en los pasos siguientes:

1) Alejarse de los propios pensamientos. Retraerse. Mirar los pensamientos como “un observador desapegado”, viendo cada pensamiento como los vería una tercera persona neutral, con un punto de vista objetivo.

2) Examinar y evaluar cada pensamiento cuando éste aparece en la pantalla de la mente. Evaluar su calidad y orientación. ¿Qué pensamientos son positivos, beneficiosos y me hacen sentir feliz? ¿Cuáles son negativos e inútiles, y me hacen sufrir?

3) Guiar los pensamientos. Continuar pensando sobre aquéllos que son útiles y valiosos y crear otros pensamientos nuevos y deseables que sean constructivos e inspiradores.

4) Ser amable con uno mismo. Si algunos pensamientos y experiencias negativas del pasado se deslizan en la mente, hay que reconocerlos como si fueran una luz roja. Entonces, frenar y poner un punto final. Esto significa dejar de pensar sobre la cuestión. Dejar ir los pensamientos y cambiar de dirección.

La práctica de estos métodos requiere desarrollar una atención natural y constante en nuestro interior y en el proceso de creación de pensamientos en la mente. Esto es algo que podemos llevar a cabo independientemente de las acciones y tareas que estemos realizando. El resultado será un estado interno de mayor equilibrio, armonía y bienestar, puesto que los pensamientos determinan cómo vemos el mundo, cómo nos sentimos en relación a él y la calidad de nuestras respuestas a las situaciones que se nos presentan.

¡Según pensamos, en eso nos convertimos!

Silencio y transformación


Para relacionarnos con precisión con la obra de la vida necesitamos ir a la experiencia del silencio.

Desde el silencio puedo abrirme a escuchar la verdadera necesidad del ser: soltar todos los apegos, dejar de forzar y presionar para que las cosas sean según mis esquemas, según mis expectativas. Soltar y abrazar la majestuosa obra de la vida tal como es. Cada escena es nueva y diferente cuando en mi consciencia me renuevo y abandono los preconceptos y prejuicios.

A medida que me hago introspectivo y me conecto con mi ser, aprendo a apreciar y valorar lo que la vida me trae. Me es más fácil conectar con el Ser Supremo, con su luz. Y así me vuelvo un instrumento, un canal de la luz de Dios. Entonces mi presencia también impacta de una manera diferente en la obra de la vida. Soy un alma, un instrumento, un actor privilegiado que observa la obra desde una posición elevada y puedo servir desde el silencio, compartiendo los sentimientos más puros y elevados de paz y buenos deseos.

En esa experiencia hay dicha y plenitud. Soy actor en esta obra y a la vez soy co-creador de la obra. Mi conexión con la Fuente Suprema de pureza y verdad hace que mi presencia sea agente de cambio y transformación.

Desde el silencio conecto con mi poder interior, aprecio los regalos que me ofrece la obra de la vida y discierno con claridad y precisión cuál es la mejor contribución que puedo hacer.

La gramática del silencio


¿Qué es silencio? El silencio es la base de la cercanía a la vida. Si no
experimento silencio en mi interior no puedo escuchar y si no puedo escuchar no
puedo sentir al otro. Si no puedo sentir al otro no me puedo comunicar con él.
Puedo hablar, pero no me puedo comunicar. Por ejemplo, dos personas pueden
estar hablando en el mismo idioma sin escucharse la una a la otra, mientras que
otras dos personas puede que no hablen el mismo idioma y sin embargo son
capaces de captar las vibraciones y ver qué está sucediendo a través de la
mirada.

El respeto, la amabilidad, los buenos sentimientos, se transmiten más allá del
idioma de nuestras palabras. Así que el silencio es un idioma también. También
es como un medio de comunicación invisible, mediante el que podemos enviar a
cualquiera buenos pensamientos y buenos sentimientos y lo pueden captar.
En la gramática del silencio, el aspecto más importante es saber poner un punto
final. Con frecuencia tenemos un exceso de pensamientos, demasiadas
emociones erróneas, demasiada crítica y juicios. Tenemos que ser capaces de
ver esto y saber poner un punto final, en un instante.

El silencio me proporciona un espejo en el que me puedo ver a mí mismo.
¿Cómo estoy pensando en este momento? ¿Qué sentimientos hay en mi espacio
interior? ¿Qué visión tengo hacia los demás y hacia mí mismo? Cuando entramos
en exceso en las emociones, empezamos a juzgar mucho y fácilmente ponemos
etiquetas a los demás. Con frecuencia, la mayor parte de las personas existen
para nosotros en base a etiquetas que les ponemos, basadas en sus cualidades,
talentos o defectos y debilidades. Muchas etiquetas.

Cuando entramos en el lenguaje del silencio, nos volvemos muy democráticos.
No vemos las etiquetas y somos capaces de conectar con la esencia del otro, con
su realidad.

En el silencio vivimos en el momento presente. No nos perdemos en el pasado,
aprendemos del pasado pero no nos arrepentimos. Si seguimos en el
arrepentimiento quiere decir que no hemos aprendido. Desde el silencio
comprendemos que la culpabilidad y el arrepentimiento no nos lleva a ningún
lugar. Tampoco vivimos en el futuro, lo qué debería suceder o podría suceder.
También es irreal. Estamos en el presente, y desde el presente tomamos el
beneficio de la oportunidad éste nos brinda. El silencio es la base de la verdadera
sabiduría.

La ley del karma


La Ley del Karma afirma que: “Por cada acción, hay una reacción igual y opuesta”. En otras palabras, lo que se siembra se cosecha; o lo que uno da al mundo y a otras personas, lo recibe en la misma cantidad. Si uno da felicidad, recibe felicidad. Si causa dolor, recibe dolor. Uno no se puede esconder, ni escapar de las consecuencias de las acciones. Las leyes naturales y físicas que gobiernan este universo revelan los actos más secretos, castigan todo crimen, recompensan toda virtud y buen acto y remedian toda equivocación de una forma incógnita, pero con absoluta precisión y certeza.

La Ley del Karma es sencilla, pero cuando se entiende en profundidad puede proporcionar perspicacia y despertar en las personas el significado de cada pensamiento, palabra y acción. El karma comienza en la mente como pensamientos, las semillas de las acciones. Tal como es el pensamiento, así será el resultado. Tanto los pensamientos como las acciones esparcen vibraciones e influyen en el ambiente.

Estas vibraciones se llaman karmas sutiles. Los karmas, tanto físicos como sutiles, devuelven vibraciones, buenas o malas. Por tanto, comprender las consecuencias de las actitudes y de los actos es hacerse totalmente responsable de nuestro propio estado mental y de la calidad de nuestras acciones. Si en el mundo cada persona asumiera esta responsabilidad, el impacto en nuestras vidas daría como resultado cambios fundamentales en el estado del mundo.

Mientras que la Ley del Karma dicta que lo que estamos experimentando ahora es el resultado de nuestras acciones pasadas, la Ley —al definir claramente el principio de causa y efecto— también coloca ante nosotros la posibilidad de elegir direcciones positivas futuras. El realizar acciones puras y beneficiosas crea ese futuro.

Adoptar el hábito de examinar y cambiar para mejorar asegura los modelos clásicos en el sendero de la vida y garantiza una llegada segura al destino de nuestra elección.

El poder de la paz


Libérate de las crisis que creas a través de tu propia negatividad. Hay tantas crisis externas que no puedes ni tan siquiera contarlas. No hay nada que puedas hacer frente a ellas. Pero sí que puedes poner freno a las crisis que creas en tu propia mente, según la calidad de tus pensamientos.

Tu cuerpo, tu salud, tus relaciones y el mundo proporcionan gran variedad de situaciones ante ti. No te piden permiso. Pueden cambiar en cualquier momento sin que tú puedas evitarlo.

Todavía no ha concluido una crisis cuando ya hay otra que empieza. Los desastres naturales, los terremotos, las inundaciones: todos vienen por sí mismos. No vienen porque alguien lo pida ni tampoco desaparecen si así se les ordena.

Pero, ¿cuál es el estado de la mente antes de que llegue la situación? Cuando la mente es fuerte, las dificultades externas permanecen en el exterior y no me sacuden en mi interior ni me arrebatan mi estabilidad. La mente está en paz, libre de tristeza y de preocupación.

Cuando poseo esta fortaleza, las situaciones que acarrean tristeza pueden aparecer pero no siento tristeza en mi interior. Si lanzan una piedra, no me golpeará. Si alguien me insulta, ¡no hay problema! Mi cabeza debe estar calmada y no reaccionar de forma instantánea, ni siquiera rechazar. Dejemos que exista una aceptación de la escena. Esta aceptación es la que me hace sentir tranquila internamente. Entonces mis sentimientos pacíficos ayudarán a resolver la situación. También sabré mejor qué debo hacer o no.

Siempre debo mantener en mi conciencia que mi naturaleza esencial es la paz, que ésa es mi esencia y mi cualidad innata. Soy un ser espiritual, un alma de paz.

jueves, 14 de mayo de 2020

Paciencia II


Tener paciencia es estar dispuesto a trabajar en el proceso de crecimiento. Lo bueno, lo positivo y lo verdadero no pueden lograrse inmediatamente o de manera automática; requieren tiempo y un proceso. A veces debemos actuar, pero otras veces tenemos que esperar. A menudo la gente trata de hacer que las cosas sucedan a la fuerza. En ocasiones ésta da resultado, pero en esos casos no nos queda el sentimiento de haberlo logrado realmente. Si cada centímetro del éxito se obtiene mediante una batalla o conflicto, la victoria es vana.

Los buenos resultados no dependen únicamente de nosotros o de nuestra aportación. El éxito se deriva de aprender a respetar las cosas; no sólo las situaciones, sino especialmente las personas. Sin duda debemos actuar, pero no debemos tener apego al acto en sí. El apego a lo que hacemos es lo que limita el éxito de los resultados, ya que el apego o el deseo de obtener ciertos resultados despoja a la acción de su pureza.

¿Cómo trabaja el jardinero? Selecciona el terreno y, según la temporada, siembra las semillas apropiadas. Él disfruta de su trabajo: labra la tierra, esparce las semillas y más tarde riega la planta; sin embargo, en última instancia sabe que es la naturaleza la que manifestará su milagro de vida. El jardinero debe estar siempre atento, asegurándose de que haya suficiente agua, que no ataquen los insectos; pero no puede dominar el proceso. Él coopera y colabora con la naturaleza, pero no debe interferir. El jardín más hermoso es el producto de la asociación entre él y la naturaleza. Él acata sus leyes, comprendiendo cuándo ha de participar y cuándo esperar.

El jardinero debe comprender la ley del equilibrio; de otra manera hará demasiado o muy poco, y la belleza y productividad del jardín se verán mermadas. El jardinero debe respetar el tiempo; debe tener la paciencia de esperar la estación adecuada para sembrar, porque si determinadas semillas se plantan en el momento equivocado o en el lugar erróneo de nada servirá la atención que se les brinde. Sin embargo, no basta con tener paciencia; si no se entiende lo que es apropiado, la paciente espera no concuerda con la verdad de una situación.

El tiempo es vida - La vida es preciosa


CADA DÍA ES VALIOSO, el tiempo es un tesoro, utilizarlo de una forma valiosa hace cada día especial y la vida se vuelve satisfactoria.

 CADA RESPIRO ES VALIOSO. Así como el océano absorbe los ríos, debo aprender a sumergir todas las escenas que se me presentan de forma que en lo profundo del interior siempre haya calma.

 CADA MOMENTO ES VALIOSO, he de llenarme con tanta paz y estabilidad que quien sea que entre en contacto conmigo en cualquier momento se sienta cómodo y beneficiado.

 CADA SENTIMIENTO ES VALIOSO. Cuando hay sentimientos puros en mi corazón, éstos mantendrán mi cabeza calmada y con claridad, y se expresarán a través de mis ojos.

 CADA PENSAMIENTO ES VALIOSO. Cuanto más soy capaz de pensar positiva y amablemente, más puedo acumular fortaleza en mi interior.

 CADA PALABRA ES VALIOSA. He de llenar cada una de mis palabras con amor, sabiduría y honestidad y después confiar en que la verdad se demuestra por sí misma, así como un diamante resplandecerá incluso en la oscuridad.

 LA VIDA ES PRECIOSA. Cuando veo la luz en los ojos de un niño llenos de vida y de alegría de gozar del momento, he de recordar mi propia libertad original y pureza de espíritu.

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Actitud


La calidad de nuestra consciencia afecta directamente la actitud que mantenemos en nuestra mente. Cuando estoy en la consciencia de mi auto-respeto como ser espiritual, me libero de las trampas sutiles en mi mente que me sujetan con las cadenas del miedo y las dudas. Con este cambio en la actitud, soy capaz de percibir las personas y situaciones más claramente. Tener una actitud espiritual es estar en un espacio interior de benevolencia y generosidad incondicional.

En el mundo de hoy en día, muchas personas debido al miedo y la ansiedad se aferran a las cosas, su actitud esta sesgada y se basa en prejuicios. Y cuanto mas hacen esto, menos pueden ser benevolentes y generosas y menor es su capacidad de tener empatía.

La actitud es más sutil que el pensamiento consciente. Las actitudes limitadas se forman a partir de las influencias sutiles que absorbemos a lo largo del día, a través de lo que escuchamos, leemos, vemos, a través de opiniones y conversaciones.

Cuando somos conscientes del ahora, entonces rápidamente podemos captar las influencias sutiles que nos están afectando y utilizar el poder del pensamiento elevado y puro para transformar la energía en una actitud benevolente, antes de que se convierta en una actitud negativa.

El poder del pensamiento puede purificar la mente y liberarnos de las actitudes negativas. Tenemos que observar la trayectoria sutil de como los pensamientos pasan de la consciencia a la actitud, después a nuestra percepción de las situaciones y visión de los demás y finalmente a las acciones que elegimos. El pensamiento es la semilla de la causa y el efecto. El pensamiento es energía activa presente todo el tiempo.

Los pensamientos son como semillas. Determinan nuestra consciencia, actitud, visión, palabras y acciones. Se dice "según siembras así cosechas". Solemos interpretar este dicho en referencia a las acciones, pero antes de la acción necesitamos sembrar la semilla del pensamiento, de la que cosecharemos sus frutos a través de las acciones.

Una mente silenciosa


Para calmar la mente necesitamos comprender el contraste entre introversión y extroversión, y no permitir que el intelecto divague hacia el exterior.

No es posible experimentar calma interna cuando la mente está involucrada en cuestiones como “¿Qué está haciendo este? ¿Y qué hace ese?” No nos conviene involucrar la mente en este tipo de pensamientos. Para serenar la mente tenemos que comprender que cada uno tiene un papel que interpretar en esta obra de la vida. Este entendimiento nos capacita para tener menos pensamientos. Para reducir la cantidad de pensamientos necesitamos estar un tiempo en soledad e ir las profundidades de Uno.

La estabilidad del intelecto viene de la pureza, la verdad y la paciencia. Cuando estamos conectados con nuestra verdad podemos tener paciencia. Sin paciencia los pensamientos se aceleran y expanden rápidamente. Para hacer nuestro intelecto estable necesitamos permanecer en soledad e ir más allá de todas las atracciones. Para tener de verdad una mente calmada necesitamos práctica. Se requiere un profundo deseo e interés y entonces prestaremos atención a practicar. Aléjate de todas las distracciones, dirígete hacia lo profundo de tu interior y desarrolla este interés. Cuando te hagas introspectivo y permanezcas en soledad podrás acceder a tu riqueza interna que te permitirá generar un gran sentimiento de bienestar.

¿Cómo descubrimos nuestra riqueza interna? Cuando no desperdiciamos nuestro tiempo ni energía. Muchas personas están muy ocupadas, pero son perezosas mentalmente. Por tanto necesitamos valorar la disciplina en nuestras vidas aprendiendo a vivir con sencillez. Una vida disciplinada te convierte en un ejemplo que inspira a los demás.

La meta de la meditación es entrenar nuestras mentes a hacerse pacíficas y permitir que nuestros sentidos se hagan silenciosos. Entonces podremos usar nuestro intelecto para absorber el poder de la fuente divina.

Liberarse de los deseos


Los deseos, como el dragón con múltiples cabezas, nutren la infelicidad.
Su meta es llenarnos pero en realidad nos mantienen vacíos, en la medida que nunca conseguimos satisfacerlos todos. Ésta es una paradoja que a veces no se comprende con facilidad, hasta que descubrimos que los deseos funcionan a través de los hábitos. El hábito basado en los deseos es como un enorme y viejo dragón que no nos permite darnos cuenta de lo que sucede en realidad, no admite reconocer que se trata de una debilidad, no percibe el ser verdadero.

El deseo de reconocimiento hace que nuestros esfuerzos sean deshonestos y la calidad de la tarea se poluciona. Inevitablemente se pierde la integridad de nuestro ser. “Yo quiero”, “yo necesito” o “tienes que darme” son dragones hambrientos con un estómago sin fondo. Con lo que sea con que los alimente su apetito sigue incrementando. Sentirnos verdaderamente contentos y satisfechos es algo que sólo conseguimos cuando disolvemos los deseos que siempre quieren algo de alguien. Estar contentos nos permite vivir conscientes del significado de cada escena, de cada encuentro con los demás, de cada respiro del tiempo.

A veces, el deseo de la mente es alejarse de la situación en la que nos encontramos, de las personas que nos causan obstáculos o dificultades.
La opción más elevada, basada en la espiritualidad, es no dejar que los retos o la negatividad nos tienten a alejarnos de situaciones o personas. Aprendamos a crecer a través de ellas. Cuando sembramos las semillas de los pensamientos determinados, crecemos al aceptar la necesidad de cambiar nuestro posicionamiento mental. Este cambio de posicionamiento cambia nuestro patrón de crecimiento. Crecemos en nuestra verdad original y en nuestra autenticidad. Entonces nuestro ejemplo fluye en los corazones y en las mentes de los demás. Nuestro propio ejemplo les genera esperanza e inspiración, y les hace brillar pensando “nosotros también nos podemos hacer así”.

jueves, 7 de mayo de 2020

Conquistar la pereza y el descuido


La pereza y el descuido son importantes obstáculos internos que nos impiden alcanzar nuestras metas y objetivos personales.

Posponer las cosas, pensar “ya lo haré después” suelen ser indicativos de la influencia de la pereza. La persona que está bajo la influencia de la pereza sólo pensará en su descanso y confort, tratando de evitar el compromiso y el esfuerzo. El lenguaje de alguien influenciado por la pereza estará lleno de excusas y justificaciones. La pereza hace que uno siga funcionando de acuerdo a su vieja personalidad.

Bajo la influencia del descuido se genera mucho desperdicio. Tal persona será desorganizada, desperdiciando su tiempo y haciendo que otros desperdicien su tiempo y energía. Hablar más de la cuenta, innecesariamente, también es un signo de descuido. Malgastará los recursos de que dispone.

Para conquistar la pereza y el descuido es necesario inculcar en nuestras vidas un principio espiritual fundamental: en la vida, nunca me sentiré verdadera y profundamente contento y satisfecho si no utilizo todos mis recursos de una forma digna y valiosa.

Los principales recursos de los que disponemos son el tiempo, los pensamientos, la energía, la riqueza y las relaciones. Cuando administramos estos recursos con sabiduría y los utilizamos para metas y objetivos elevados y constructivos, para nuestro progreso espiritual y para el de los demás, de forma natural nuestro nivel de satisfacción interna aumenta.

El esfuerzo espiritual rápido y auténtico se caracteriza por no retrasar ninguna tarea auspiciosa ni repetir los errores. El alma será activa, precisa y alerta. El fruto de ello es que experimentaremos un entusiasmo constante y estable.

El espíritu de la generosidad


La generosidad implica más que simplemente dar: significa también cooperar con los demás. El mayor acto de generosidad es el de ir más allá de las flaquezas y errores de otros con nuestra visión, y ayudarlos a reconocer sus valores innatos.

Quienes son genuinamente generosos son los que se han esforzado por superarse. Tales personas poseen la capacidad de ser generosas porque comprenden el profundo esfuerzo que implica lograr la bondad. Sienten empatía porque entienden las dificultades que afrontan quienes intentan conocerse a sí mismos. Una persona generosa también es benévola hacia quienes prefieren hacer caso omiso de la bondad o incluso criticarla, pues sabe que la necesidad del bien no se puede pasar por alto indefinidamente.

Quienes nunca han intentado mejorar tienen poca o ninguna tolerancia hacia otros. Puesto que nunca han hecho frente a sus propias deficiencias, no pueden responder a las de otros con comprensión. Sus corazones son avaros. Si damos o compartimos con intención errónea, lo que hagamos nunca será satisfactorio. Quizá sintamos que los otros son desagradecidos, insensibles o incluso egoístas, pero el verdadero problema es que no reconocemos nuestras propias motivaciones egoístas. Si el propósito central de nuestra vida es conseguir algo, ciertamente nunca obtendremos nada; al menos nada de valor duradero.

Cuando ofrecemos desinteresadamente nuestros recursos personales, nuestro tiempo y virtudes, eso es lo que recibiremos. El amor y el respeto deben darse libremente, no se pueden exigir. La bondad auténtica se mide según la capacidad de ser genuinamente bueno con todos. Compartir la bondad denota una naturaleza generosa.

Los mayores tesoros de la vida son el amor, la paz y la felicidad, y la única manera de incrementarlos es dándolos a los demás. Aunque sólo tengamos un poquito de alguno de estos tesoros, si lo damos lo veremos crecer. Por ejemplo, si no tenemos mucha paciencia pero utilizamos la poca con que contamos, crecerá nuestra habilidad de ser pacientes.

La generosidad del espíritu incrementa todo lo que poseemos y nos da simultáneamente todo lo que necesitamos. Si somos avaros, todo lo que tenemos dentro se reduce. Cuando la gente es avara y egoísta trata de acumular; tiene la pasión de coleccionar todo lo posible, tanto en el plano emocional como en el material. A veces llegará a extremos enfermizos, pero el esfuerzo y la lucha únicamente le dejarán una gran pobreza de espíritu: la mente y el corazón se sentirán vacíos.
Extracto del libro:
DESCUBRIR LA ESPIRITUALIDAD
Anthony Strano

La llamada del tiempo



Vivimos en una era en la que quienes miran hacia dentro de sí mismos,
hacia el ser interior y hacia Dios, pueden verdaderamente emprender un nuevo camino. Con valentía y determinación podemos acceder a un océano de paz, amor, felicidad y poder que transforma la forma en que nos vemos a nosotros mismos y a los demás.

El proceso de renovación es sencillo. A lo largo del tiempo, nuestros ojos
han estado cubiertos por telarañas de ilusión; ahora tenemos que ser
como la araña que se traga su propia tela. Tenemos que recoger los hilos de nuestras antiguas formas de pensar y sentir, y reconocer que ya no nos sirven en la forma que deseábamos.

Pensábamos que podríamos encontrar la felicidad fuera de nosotros, que podríamos vivir desde fuera hacia dentro. El bienestar se basaba cada vez más en cosas externas a nosotros, que nunca son estables y, en consecuencia, la inseguridad y las preocupaciones se hicieron mayores y hemos llegado a estar a atrapados en una red de dependencias y adicciones físicas.

Ahí empezamos a desarrollar temor a perder las cosas de las que
dependíamos. Finalmente, cuando las perdimos, lo cual sucede tarde o
temprano con todo lo que es temporal, fue cuando sufrimos mucho
internamente.

Cuando aprendemos a enfocar la energía de nuestros pensamientos hacia nuestro interior y conectarlos con Dios, podemos liberarnos de todas las prisiones mentales.

Al desarrollar un foco interior en nuestras vidas, desarrollamos el poder de actuar alineados con nuestra verdad, nuestra naturaleza positiva. En lo más profundo de nosotros mismos disponemos de la capacidad suficiente como para relacionarnos con el mundo con plena generosidad de espíritu.

Esta es la base para una vida llena de satisfacción y plenitud.

viernes, 1 de mayo de 2020

Auto-soberanía



La sumisión a nuestra negatividad nos conduce a una existencia muy precaria, puesto que nunca estaremos seguros de nuestra capacidad de manejar apropiadamente una situación difícil. Si los hábitos negativos nos gobiernan, tendremos miedo a los retos y desafíos de la vida, puesto que sabemos que esos hábitos van a desestabilizarnos, en el momento más delicado.

Con práctica, es posible crear pensamientos apreciativos y compasivos, pensamientos benevolentes y llenos de comprensión. De esta manera dejamos de permitir que irrumpa el resentimiento, la amargura o el desagrado en nuestras vidas.

Tenemos que darnos a nosotros mismos esta formación de responder a las situaciones de manera calmada y sabia. Comprobaremos que ello nos aporta enormes beneficios prácticos, entre ellos un inmenso ahorro de energía, tiempo y pensamientos.

Tenemos que aprender a hablarnos a nosotros mismos silenciosamente con amor, equilibrio, firmeza y dándonos ánimos y apoyo. Como sucede con los soberanos ancianos y sabios de los cuentos de hadas, tenemos que gobernar nuestro reino interior de la mente con benevolencia y sabiduría. Esta es la clave para recuperar nuestra auto-soberanía y disfrutar de todos los logros elevados y espirituales que ello conlleva.

El poder de la concentración



Un principio básico en el funcionamiento de nuestra consciencia es el de absorber las cualidades de aquello en lo que nos concentramos. Cuando la mente e intelecto se enfocan y concentran en algo, podemos acceder a la experiencia de las cualidades del objeto de nuestra concentración.  

El método para concentrarnos en la meditación es la creación de pensamientos elevados y espirituales. Por ejemplo: “Soy un alma pura y pacífica, un ser de luz y de paz”. A medida que nos enfocamos en tales pensamientos, las cualidades del alma pasan a primer plano de nuestra consciencia y empezamos a experimentarlas con mayor profundidad.  

Es por ello que para nuestro progreso espiritual debemos ser cautelosos acerca de qué aspectos se convierten en el foco de nuestra atención. Si nos enfocamos en los defectos y las debilidades de las personas, empezamos a experimentarlos y a absorberlos. Pensar en los defectos de los demás nos vuelve más defectuosos. Cuando nos enfocamos en pensamientos débiles e inútiles acerca de alguna situación o reto que se nos presenta, el reto se convierte en un problema de mayores dimensiones, podemos incluso convertir esa situación en una montaña, difícil de franquear.  

La meta más elevada de la Meditación Raja Yoga es concentrarse en el ser supremo, el alma suprema, el océano del amor y de la paz. A medida que nos enfocamos en la energía suprema, el alma absorbe y experimenta las cualidades ilimitadas de amor incondicional, pureza y paz. El alma se diviniza, ya que se colorea profundamente con la energía más pura y elevada de Dios. Si experimentamos con la meditación diariamente y practicamos esta elevada unión espiritual, el alma se fortalece y se llena de luz y poder. De esta manera el alma se siente preparada y capaz para afrontar los retos de la vida con confianza y optimismo, consciente de que dispone de los recursos necesarios para tener éxito en desempeñar su papel con precisión.