sábado, 2 de marzo de 2019

El regalo del tiempo



Si pensamos acerca del tiempo como un regalo, sabemos que es precioso, sabemos que es poderoso, pero quizás pensamos que sólo hemos recibido un fragmento limitado. Cada vida limitada a un número de días, invalorable, pero finito.

Un regalo mayor es saber que tenemos tiempo sin fin.

El mayor regalo es aprender que podemos ser amos del tiempo.

En el silencio y la quietud podemos salir fuera de los límites del tiempo y conocer sus tres facetas: el pasado, el presente y el futuro. No sólo nuestra propia historia, sino la historia del mundo entero. En la calma y el silencio, llegamos a comprender la gran y decisiva verdad del tiempo.

El tiempo nos explica sus secretos.

El tiempo nos llama…

De las manecillas del reloj, vemos como los minutos y horas avanzan, cómo los días se convierten en noches y de vuelta en días nuevamente, experimentamos cómo se mueve el tiempo. El tiempo siempre nos ha dicho que se mueve en círculos. Ahora nos dice que el tiempo está volando. Y nosotros todavía estamos caminando, tropezando. Nos hace señales para que lo alcancemos.
Cuando no comprendemos cómo funciona el tiempo, buscamos cosas temporales, cosas encerradas en el tiempo – posesiones y posición, nombre y fama, relaciones y apegos. Las cosas temporales pasarán, a medida que el tiempo pasa.
Dios nos susurra en un oído, “¿Qué estás haciendo?” Y el tiempo nos llama por el otro, “El tiempo esta volando…”

El tiempo corre por delante…
Quizás sentimos que el tiempo nos controla, que nos persigue. Decimos que no tenemos tiempo para hacer lo que queremos hacer. “Si tuviera tiempo…” Sin embargo cada hora se da a cada uno en igual medida. Si elegimos, podemos decir, “Crearé tiempo”; podemos ser los amos del tiempo, no sus esclavos. Podemos decir, “El tiempo es mi posesión personal que me puede traer abundancia”. Los demás se pueden beneficiar mediante nuestro buen uso del tiempo si tomamos conciencia de su verdadero valor.

Liberación del pasado…
El tiempo sólo se mueve hacia delante. Deja el pasado atrás. Sin embargo, a menudo nos olvidamos de avanzar hacia delante, fuera del pasado. Las decepciones, las cosas que hubieran podido ser, los viejos sufrimientos se amontonan en nuestra conciencia. Acumulamos archivos y archivos de viejos recuerdos, volviendo a veces a abrir uno, y a veces otro. Liberarnos es desconectar en un segundo nuestras mentes de estos viejos archivos polvorientos.
La compasión de Dios nos ayuda a tratar con el pasado.
Podemos aceptar un consejo del tiempo: deja el pasado allí donde pertenece… en el pasado.

Liberarse del futuro…
Incluso cuando nos liberamos de la atadura del tiempo pasado, podemos crear cadenas imaginarias en el futuro. No podemos disfrutar de la satisfacción en el presente cuando perseguimos nuestro siguiente deseo. Decimos: “Seré feliz cuando…”. “Si simplemente…”. El miedo y nuestras falsas premoniciones nos roban nuestra felicidad del presente. Con fe y esfuerzo determinado podemos hacer cambios en el presente que da forma a nuestro futuro. El futuro es una casa que construimos hoy, pero en la que no podemos vivir hasta mañana. El amor de Dios nos da coraje para vernos a nosotros mismos claramente y para cambiarnos ahora.

El regalo del presente…
El regalo del tiempo que siempre nos puede dar felicidad es el momento presente. En el recuerdo de Dios y con plena conciencia del presente tenemos poder sobre el tiempo. Tenemos la determinación de decir, “lo haré ahora”. De hecho, no sólo de decirlo, sino también de hacerlo. No podemos decir qué nos va a traer el tiempo. No hay forma de saber qué va a suceder en el próximo momento. No hay garantía para la vida. Así que vivir cada momento con todas las cuentas saldadas, todos los deberes hechos, todo completado es vivir realmente en este momento ahora. La compañía siempre presente de Dios nos recuerda que hagamos el mejor uso del presente.

Cambiarme a mí mismo



Tómate unos momentos para visualizar una barca, avanzando suavemente a través del agua. Todo está yendo bien, el viaje es placentero.

Ahora imagina que de alguna forma, se produce un agujero en la barca. El agua empieza a entrar. A medida que entra más y más agua, la barca empieza a hundirse, hasta que finalmente se hunde del todo.

Esta es la historia de la “barca” de nuestra vida.

Para muchos de nosotros, el inicio del viaje está lleno de inocencia, amor y confianza. Sin embargo, en algún momento del viaje, empezamos a hundirnos. Nos quedamos abrumados y nos detenemos. ¿Por qué? Las influencias externas nos inundan, llevándose nuestra fe, haciendo difícil defender nuestros valores y principios. Nos hacemos dependientes de los demás y de las circunstancias y, finalmente, mendigos de felicidad y de paz.

La verdadera esperanza de cambiar empieza sólo cuando comprendemos lo que necesitamos hacer, y lo hacemos. Todo lo que aprendemos en nuestro camino espiritual nos lo necesitamos explicar en primer lugar a nosotros mismos.

“Necesito cambiar”. Ésa es la perspectiva correcta, no importa qué clase de situación o persona esté frente a nosotros. Y necesitamos revisarnos en esto: ¿Cuándo planeo cambiar? ¿Hoy? ¿Mañana? ¿El año que viene? Se puede desperdiciar mucho tiempo esperando que otros cambien primero.

Incluso el decir, “Vale… creo que lo he captado. Voy a probar”, es retrasar el proceso de restauración.

¿Cuándo lo probarás?

Hay poder en decir: “¡Sí, lo he comprendido!” y cambiar algo en uno mismo en ese mismo momento.

Piensa: Si no lo hago yo, entonces, ¿quién? Si no es ahora, entonces ¿cuándo?