jueves, 1 de septiembre de 2016

Tomar control de nuestro interior

La meditación nos ofrece poderosas herramientas mediante las cuales podemos mejorar nuestro carácter. Esto es debido a que practicando la meditación, aprendemos a no reaccionar simplemente a los estímulos externos, sino que desarrollamos la habilidad de observar qué es lo que sucede en la mente y ejercitamos la capacidad de crear pensamientos de mayor calidad.

Hacemos esto a través del intelecto. El intelecto toma las riendas de la mente y elige la dirección de los pensamientos. Cuando realizamos esto repetidamente de una forma consciente – dejar que el intelecto controle el proceso de creación de los pensamientos – nuestras tendencias más arraigadas de la personalidad empiezan a cambiar. El intelecto significa nuestro entendimiento y comprensión, la capacidad de análisis y discernimiento del alma.

La conciencia del alma es la llave para estar en control de lo que sucede en nuestra mente. Si creemos que nuestros pensamiento y sentimientos, incluyendo la conciencia que tenemos de nosotros mismos, son simplemente consecuencias de procesos cerebrales, significa que perdemos la llave. Cuanto más se atrape nuestra conciencia en la identidad física, más difícil nos será disciplinar nuestra mente.

En la meditación, cuando emergemos el entendimiento de que somos un alma y nuestro intelecto acepta y absorbe esta conciencia, podemos reconocer que los pensamientos son nuestra propia creación, y que tenemos la capacidad de elegir qué clase de pensamientos queremos crear. Nos damos cuenta de que nuestro estado natural de conciencia es el de ser amos de nuestra mente y empezamos a tomar las riendas y el control de lo que sucede en nuestro interior.

Para ilustrar este proceso, veamos un ejemplo de una situación en la que no tenemos mucho control: si nos hemos enfadado y nuestro cuerpo está en un estado de trastorno. Nuestra presión sanguínea sube, el corazón palpita velozmente, el sistema digestivo está agitado y los niveles de colesterol suben, junto a todas las hormonas de estrés que acompañan estas reacciones.

Además de todo eso, empezamos a sentir que se aproxima una ola de remordimiento. Hemos hecho esto antes suficientes veces como para conocer las repercusiones de nuestro comportamiento. Hemos estropeado relaciones y empeorado las situaciones a través del enfado y el malhumor. Hay pesar, culpabilidad y desesperación debido a nuestra falta de control, una crisis de confianza en el ser, y hay miedo acerca de nuestro futuro.

Afortunadamente, un rayo de luz puede atravesar con su brillo esta oscuridad. Eso sucede cuando, en un instante, recordamos y tomamos conciencia de que, de hecho, somos un alma. Incluso mientras estamos atrapados en la agitación de la situación, podemos usar nuestro intelecto para restablecer en nosotros, consciente y deliberadamente, la conciencia de ser un ser espiritual, un punto de energía brillando en el interior, detrás de los ojos. En ese momento somos capaces de acceder a la profunda base de paz interior. Sentimos y sabemos que somos paz. A medida que esta experiencia crece, penetra en todo nuestro sistema. La calma y la estabilidad se restablecen tanto en el cuerpo como en la mente.


Amor espiritual

Para Amor espiritual, tal como indica el mismo término, tiene que ver con el espíritu, el alma. El amor espiritual no se basa en la belleza física, en el estatus, en el rol ni en las posesiones, sino en la esencia, es el amor del espíritu hacia el espíritu.

En este sentido, el amor espiritual es esencial para el desarrollo de una sana autoestima, ya que una manifestación fundamental de tal amor es el amor hacia el propio ser, hacia uno mismo. Amor hacia mi propia esencia, hacia mi ser de luz. Este amor se vuelve más natural y espontáneo a medida que desarrollo un mayor conocimiento de mí mismo.

Mediante la meditación redescubro las cualidades puras y originales de mi ser espiritual: la serenidad, la estabilidad, la felicidad, entre muchas otras. Experimento que mi esencia está llena de belleza y bondad. Aunque con el paso del tiempo he desarrollado patrones de personalidad no tan positivos ni hermosos, aprendo a vivir más conectado con mi esencia y a desarrollar el coraje y la determinación de transformar esos patrones perjudiciales.

No me identifico con los mismos y así puedo mantener mi auto-respeto.

El amor espiritual también está presente en las relaciones cuando miro a los demás como almas, como seres espirituales. En el centro de la frente de cada ser humano brilla una estrella espiritual, el alma. Manteniendo esta visión, también mantengo en mi consciencia que la persona que tengo enfrente, en el fondo, también es un ser de luz y de paz. A través del tiempo y de las acciones realizadas, ha desarrollado una personalidad y unos patrones, algunos positivos y otros definitivamente negativos y perjudiciales, pero aprendo a discernir y discriminar que esos patrones no son su esencia, no son su naturaleza verdadera. Entonces puedo tener amor espiritual de forma natural y fluida, ya que mi visión va más allá de lo externo, de lo obvio, se vuelve más sutil y conecta con el verdadero ser. La otra persona también percibe esta energía del amor y las relaciones se llenan de armonía y sinceridad. Desde la consciencia del alma es fácil hablar clara y honestamente con los demás, debido a que detrás de todo lo que decimos subyace una base de buenos deseos y sentimientos puros.

La experiencia más elevada de amor espiritual es la experiencia del amor divino, mediante la conexión a través del silencio con Dios, el Océano del Amor. El amor divino transforma y purifica el alma. No importa cuán áspero y duro se haya vuelto el corazón, el amor divino derrite la piedra y la transforma en agua. El amor divino hace a las almas cooperativas y las une en el lazo de la unidad y la armonía. Sumergiéndonos en el silencio de la meditación en el Océano del Amor, el alma se llena y se convierte en un río de amor espiritual, capaz de compartir amor con los demás a través de cada mirada y cada acción.