domingo, 17 de diciembre de 2017

Administración del tiempo

Administrar el tiempo con sabiduría y precisión es un arte delicado y sutil. En general, en la actividad, nos interesa aprovechar más el tiempo y conseguir resultados. La agenda personal ha sido y es un buen instrumento que nos ayuda en nuestra organización. Vamos aprendiendo el arte de asignar prioridades a las tareas, discerniendo la real importancia de las mismas. Con estas ayudas podemos sentirnos mejor encaminados para lograr una gestión eficaz de este recurso tan preciado.

Sin embargo, a medida que nos movemos en el campo de la acción, nuestra relación con el tiempo se tiñe con diferentes experiencias, no siempre positivas, en las que la percepción de falta de control sobre el tiempo va acompañada de sensaciones de estrés y tensión.

Entonces se hace importante plantearnos algunas reflexiones: ¿Se puede en verdad controlar algo en esta vida? ¿Sabemos acaso qué puede ser de nosotros dentro de un minuto? Cuanto más se quiere controlar algo o a alguien, más desperdiciamos los preciosos recursos de energía y tiempo en tratar de ejercitar ese control.

La forma en que se experimenta el tiempo va pareja al estado de la mente. El tiempo "vuela" cuando la mente vuela. Una actitud reflexiva y constructiva requiere de una mente serena y calmada. Así se ahorrará tiempo. Cuando mi mente se tranquiliza, se enriquece la acción con paz y positividad, y se siente que el tiempo se expande, mientras que una mente agitada y negativa será una fuente de imprecisiones y desarmonía en las acciones, y experimentará que siempre falta tiempo para conseguir los objetivos que se propone.

Necesitamos aprender a ir de dentro hacia fuera: primero está la semilla (nuestro estado anímico, mental y espiritual), después el árbol (la expansión de las acciones y la actividad).

Se hace preciso dedicar tiempo para conocerse y cuidarse uno mismo.
 
Esto no es egoísmo, sino un respeto genuino por el ser. Si uno no se ve a sí mismo como algo prioritario e invierte algo de tiempo para sí, tendrá que utilizar muchísimo tiempo intentando controlar y arreglar todas las situaciones externas... y sin garantías de éxito.

Dadi Janki, una sabia yoguini de India, dijo una vez: "El tiempo, los pensamientos y la energía no se deberían malgastar, si algo no es necesario, no lo hagas. El tiempo no va a esperarnos, así que, ¿porqué no utilizar nuestro precioso tiempo en ser felices? No esperes al futuro para cambiar, si no es ahora, entonces no será nunca".

La práctica del silencio y la meditación nos capacita a entrar en nuestro mundo interno y descubrir nuestras habilidades y capacidades para ser maestros del tiempo y de las situaciones.



Relaciones sanas y armoniosas

Si quieres ser feliz has de aprender a amar y apreciar, manteniendo al mismo tiempo tu independencia.

La raíz del sufrimiento, es el apego. Has creado un espacio en tu mente que mantiene a esa persona u objeto como parte de ti mismo. Cuando se critica, se desprecia o deja de estar contigo esa persona u objeto, sientes dolor en la mente, tienes el sentimiento de pérdida.

La persona sensata sabe que enfadarse con alguien es perder tiempo y energía. Después hay que esforzarse por reconstruir esa relación. Es mucho más útil, respirar profundamente, poner atención a tu actitud y responder sin apresurarte. De esta manera, mejora y fortalece tus relaciones con los demás, crea confianza y ellos perdonarán tus errores.

Para vivir en paz procura no depender de nadie, pero a la vez ayuda a los demás a que no dependan de ti. Ayúdales a ser personas independientes, libres y responsables de sus vidas. De la misma forma asegúrate de no causar pesar a nadie. Y no permitas que los demás se conviertan en una fuente de dolor para ti.

La forma más efectiva de ayudar a los demás es siempre permanecer pacífico. Conviértete en el ejemplo que los otros desean ver. Entender las situaciones es importante y te da perspectiva, pero es esencial aplicar lo que entiendes, ya que eso te da experiencia.

Si piensas que sólo tú puedes hacer algo, por que desconfías de los demás, o por que crees que eres el único cualificado para hacerlo;
1. Siempre estarás ocupado haciéndolo todo.
2. Estarás descontento de los demás, por que no hacen lo que tú quieres.
3. Te sentirás insatisfecho.
Es más efectivo invertir el tiempo en enseñar y formar a los demás. 
Logramos el éxito cuando hay cooperación.

Tus palabras pueden impresionar a los demás. Dirán: “qué bien ha hablado, qué interesante lo que ha dicho” pero si no practicas lo que dices, no se sentirán motivados a hacer algo. Tus acciones son las que de verdad inspirarán y les mostrarán cómo hacerlo.

Para crear buenas relaciones:
Con tu mente, piensa en lo que puedes aprender de los demás.
Con tus ojos, mira las cualidades de los demás.
Con tus palabras, valora, reconoce y aprecia sus logros.
Con tus acciones, colabora y haz algo por los demás.



miércoles, 6 de diciembre de 2017

Liberarse de los apegos y los deseos

El alma anhela profundamente ser libre y poderosa. Volar. Queremos recuperar el poder de controlar y gobernar nuestras vidas. Controlar nuestro mundo interior, no a los demás. Ésta es la clave de nuestro verdadero auto-respeto.

Y, sin embargo, nos asaltan las debilidades. La mente se distrae y divaga, las atracciones tiran de nosotros, las influencias externas nos afectan y descentran y así, las debilidades que alberga nuestro ser nos distancian de la experiencia de la fortaleza, el poder y la estabilidad.

Las debilidades surgen debido a los deseos y los apegos a relaciones u objetos. Ambos son la raíz de la intranquilidad y el pesar. Hasta que no nos damos cuenta de ello, la mente sigue corriendo en las múltiples direcciones que le dictan sus deseos y apegos.

La ilusión que ha hipnotizado la conciencia se basa en la creencia de que la satisfacción de esos deseos y la preservación de esos apegos me llenarán y harán feliz.

La realidad es que nuestro ser se vuelve dependiente y sumiso, incapaz de fortalecer el poder de voluntad. La voluntad danza como un títere al son de los deseos de la mente.

Tendremos un pensamiento poderoso, un pensamiento noble, un pensamiento elevado y sentiremos desde el corazón que queremos llevarlo a cabo. Sin embargo, a continuación, nuestro hábito de satisfacer los deseos caprichosos de la mente, hará que ese pensamiento elevado quede sumergido y debilitado. Pronto incluso lo olvidaremos.

Por tanto, necesitamos disciplinar la mente. Poner todos los deseos y apegos en cuarentena. Esto requiere coraje. Para ello contamos con la ayuda incógnita de la fuente suprema. Tenemos que abrirnos a la dimensión del silencio y conectar con la fuente de luz y poder espiritual. Nutrir la mente con pensamientos puros y poderosos, de forma regular y sistemática. Ésta es la medicina que gradualmente irá curando estas enfermedades, devolviéndonos nuestra auto-soberanía espiritual.



Ser consciente pero no crítico

En el camino de la meditación hay un dicho: “Ver pero no ver, oír pero no escuchar”, lo cual significa permanecer consciente de todas las realidades, incluso las negativas, pero no quedarnos atascados en ellas. Nos quedamos atascados porque reaccionamos. Reaccionamos juzgando, acusando, criticando, etiquetando. Hacemos esto porque nos sentimos amenazados por aquello que nos es desconocido o que no aprobamos. Tan pronto como juzgamos o criticamos lo ponemos todo en compartimentos a nuestra conveniencia, y eso entraña graves peligros. Debido a que vemos el error de la persona o situación decimos: “son así y se les ha de tratar de acuerdo a ello”. 

Cuando nuestra visión y actitud permanecen críticas hacia alguien, ellos permanecen tal y como son, ya que por mi parte no hay ninguna aportación de positividad que anime o permita que se produzca un cambio positivo. Hacemos eso constantemente, queriendo que los demás sean mejores de alguna forma, pero en lugar de ayudarles, teniendo fe en ellos y viendo sus buenas cualidades, las ocultamos, concentrándonos en su pasado, sus debilidades y sus errores. Nuestro enfoque se hace negativo, y aún así esperamos que cambien para mejor.

Cuando permanecemos conscientes de una forma desapegada, no pensamos en lo que está mal, sino en cómo podemos poner algo bien, contribuyendo con un sentimiento, actitud o palabra positivos. Tal contribución es un acto generoso, que en lugar de quejarse como hace la gente crítica, ofrece una solución. Una persona espiritualmente despierta mira de ofrecer soluciones, y no se complace quejándose. Madurez es ser completamente consciente, pero de igual forma que uno es consciente, mantenerse igualmente silencioso. Muchas cosas se resuelven por sí mismas si mi aportación es consistentemente bondadosa y tengo una motivación honesta.



martes, 21 de noviembre de 2017

Generar felicidad

Aprende a sentarte en calma y reunirte contigo mismo con tranquilidad. La paz vendrá y se sentará a tu lado.

Vive con sencillez. Eso significa sólo tomar lo que necesitas de la tierra y de la vida. La recompensa es la abundancia.

Permanece liviano. Aplica un punto final a las preocupaciones en un instante. Cuando decides vivir con liviandad en tus pensamientos y acciones, los demás te ven brillar.

Vive ahora. Disfruta de vivir el momento presente, olvida la negatividad, el desperdicio y los arrepentimientos del pasado. La positividad es el primer paso hacia la paz.

Da generosamente, de todo lo que tienes. Compartir tus regalos con los demás, sin contar su coste, garantiza que recibirás incluso más.

Practica la compasión. Encuentra el perdón. Primero para ti mismo. Después aprende que el perdón derrama bendiciones en todas las direcciones. Al perdonar a los demás, somos perdonados y sanados.

Agradece. Sé agradecido por todo lo que has recibido. La gratitud le da valor a todo lo que posees y aumenta tu alegría.

Sé amigo del silencio. Dirige tus pensamientos hacia tu interior, hacia tu esencia más profunda. El silencio invita a Dios a tu corazón y mente.

Sirve a los demás. Disfruta con servir. Pensar y actuar sólo para nosotros trae una recompensa hueca; servir a los demás crea un profundo pozo de satisfacción.

Practica la paz. La paz es la cualidad original del ser. En su forma más pura, la paz es silencio interior. Consiste en pensamientos positivos, sentimientos puros y buenos deseos. Para tener paz necesitas paciencia. Cuando eres pacífico, creas una atmósfera de paz. La paz en el mundo sólo se puede conseguir cuando haya paz en la mente de cada ser humano.

Hay felicidad cuando se usa cada momento de una manera valiosa. La felicidad es la nutrición que más fortalece. Con felicidad, haces fácil lo difícil, y liviano lo que es pesado. Permanecer feliz y compartir felicidad con los demás es un gran acto de caridad. Cuando eres feliz, entonces no importa lo que suceda, nunca sueltes tu felicidad.


Claves del contentamiento

En el tiempo presente, la tensión y la intranquilidad están incrementando en el mundo y, debido a esto, el descontento también incrementa. En tales tiempos, la habilidad espiritual de permanecer contento y satisfecho y cooperar para que los demás también lo estén es de gran necesidad.

En primer lugar, necesitamos desarrollar el arte de permanecer contentos con nosotros mismos. La base del contentamiento interior es la experiencia de logros, de resultados. La clave está en centrarnos en logros y resultados espirituales y no materiales o externos. Los logros que vienen de las circunstancias o las posesiones son siempre de carácter temporal y por tanto no pueden de ninguna manera proporcionar un contentamiento permanente.

Los logros espirituales sí son permanentes. Progresar en el conocimiento espiritual, en desarrollar y fortalecer nuestra paz, nuestra estabilidad, nuestra positividad frente a los desafíos de la vida, nuestra capacidad de compartir amor incondicional, todos estos logros incrementan nuestra satisfacción y auto-respeto.

Cualquier sentimiento de carencia trae consigo una disminución del contentamiento. Junto a llenarnos de logros espirituales, también es esencial permanecer más allá de los deseos limitados, los deseos de la mente que nos atrapan en la ilusión de que nos van a proporcionar una satisfacción verdadera, cuando lo único que hacen es crear dependencia e incluso adicción.

Cuando nos llenamos de logros espirituales podremos experimentar el contentamiento de forma estable. La satisfacción será visible a través de la cara. Y cuando estamos contentos en nuestro interior, de forma automática surgen la motivación y el entusiasmo por beneficiar a otros, por capacitarles a que también tengan logros espirituales.


jueves, 25 de mayo de 2017

¿Problema o regalo?

Nuestra visión y perspectiva de la realidad condiciona nuestro estado de conciencia y actitud en el momento de afrontar y responder a las situaciones que se nos presentan en la vida.

Cuando la situación que se nos presenta desestabiliza nuestros planes o va en contra de nuestras expectativas, si nuestra visión permanece en el plano horizontal, solemos describirla como un problema. Viendo la situación como un problema nuestra reacción interna es de desagrado y rechazo, pues se sale del guión previsto y supone una molestia o incomodidad.

Elevando un poco más la visión, como si desplazáramos nuestra consciencia en un eje vertical y observáramos esa situación desde una posición más elevada, empezamos a vislumbrar que no se trata de un problema, sino de un reto. Un reto conlleva también una oportunidad de fortalecernos y progresar, usando nuestros recursos internos para afrontarlo y superarlo. Viendo la situación como un reto, también experimentamos el estímulo de superar y vencer un desafío. El coraje y la determinación incrementan en nuestra actitud.

Si seguimos elevando nuestra visión, si observamos la escena desde la estabilidad y quietud del estado de un observador desapegado, entonces descubrimos que esa misma situación no sólo es un reto y una oportunidad, sino que es un regalo. La vida me ofrece una perla de sabiduría en la forma de un reto o desafío, pero sé que detrás de las apariencias se esconde un precioso regalo diseñado exclusivamente para mí, lleno de secretos que me van a permitir alcanzar nuevos horizontes de entendimiento y realización.

Con una visión espiritual y elevada, la vida se convierte en un juego maravilloso que, a través de las situaciones diferentes y cambiantes, nos ofrece valiosos regalos para nuestro progreso y desarrollo interior.


La propiedad espiritual de la felicidad

La felicidad espiritual que desarrollamos al experimentar la consciencia del alma y la relación con el Alma Suprema es única e invalorable.
¿Por qué desaparece la felicidad espiritual? Una de las principales causas está conectada con los deseos limitados. Tenemos que ser conscientes de que si tenemos incluso un deseo en la mente, éste dará nacimiento a muchos otros. Un deseo es satisfecho y otro surge inmediatamente. Una mente llena de deseos es una mente intranquila que no conoce el descanso. Una mente calmada y satisfecha es el contenedor seguro de la felicidad espiritual.

Otro aspecto que hace que perdamos la felicidad es la crítica y la difamación. Absorber la crítica o la difamación que otros puedan hacer de mí significa entregarles mi felicidad a ellos. Es como renunciar a mi verdadera propiedad. Tenemos que ser conscientes de que no hay mejor nutrición para el alma que la felicidad. Por ello es importante considerar prioritario el preservar y mantener nuestra felicidad espiritual, uno de nuestros tesoros más elevados.

La felicidad también desaparece cuando nos involucramos en pensar acerca de personas y situaciones. Si nuestra mente se absorbe en los pensamientos de situaciones externas, se hace muy difícil permanecer conectados con nuestra esencia, con nuestro ser verdadero y por supuesto, con Dios, el Alma Suprema. Debido a ello, la experiencia de la felicidad espiritual se diluye en medio de tantos pensamientos inútiles e innecesarios.

Sólo Dios, de hecho, nos puede dar la calidad de felicidad que sustenta y conforta nuestro corazón. Otras personas y las situaciones nos pueden proporcionar solamente felicidad pasajera.

Si aprendemos a tomar de Dios esta felicidad de la calidad más elevada podremos permanecer constantemente felices.


martes, 9 de mayo de 2017

Meditación y concentración

La meditación es el proceso a través del cual entrenamos la mente para crear conscientemente el tipo correcto de pensamientos que queremos tener. Para que los beneficios de la meditación se hagan efectivos, necesitamos practicarla de manera regular, como parte de nuestra rutina diaria.
En el campo de la acción, nos confrontamos con diversos tipos de situaciones adversas e incómodas, cuyo primer y más inmediato efecto se produce en el nivel de nuestros pensamientos, antes de que su influencia se manifieste en la expresión de la cara o en las palabras o acciones. Nos damos cuenta, en nuestro interior de que los pensamientos (y como resultado nuestra respuesta a través de las acciones) que creamos en esos momentos no son los adecuados. Queremos inculcar el hábito de que los patrones de pensamiento sólo sean los que nos gustan o consideramos correctos, positivos y poderosos, no importa lo que suceda.

¿Así que por dónde empezamos? La meditación es el punto de partida. La meditación es el momento en el que conscientemente creamos pensamientos de calidad positiva. ¿Qué beneficio conseguimos? En esos momentos, estamos cambiando el hábito muy antiguo y arraigado de crear pensamientos erróneos y desestabilizadores cuando afrontamos situaciones adversas.

¿Cómo hacemos esto? A través del intelecto. El intelecto es la facultad de nuestra consciencia que nos permite tomar las riendas de la mente y elegir la dirección en la que queremos que la mente viaje. Durante la meditación, exploramos y contemplamos conceptos de conocimiento espiritual como la perspectiva de nuestro ser como un alma, un ser de luz. Con el intelecto nos enfocamos en esta realidad sutil.

El intelecto es la facultad que nos permite concentrarnos en el pensamiento que elegimos. En general nos resulta más fácil enfocarnos en aspectos físicos o prácticos y se vuelve más resbaladizo enfocarse en pensamientos sutiles.

Es sólo con la concentración del intelecto que podemos acceder a hermosas, profundas y transformadoras experiencias espirituales. Y el único método para desarrollar la capacidad de concentración del intelecto es la práctica continuada y atenta, con determinación y propósito.


Diferencia entre controlar y reprimir

A fin de conquistar nuestros hábitos negativos, se hace necesario desarrollar la capacidad de controlarlos con nuestra voluntad. Y entonces surge la cuestión: ¿no es controlar también una forma de reprimir? Y todos sabemos que reprimir algo siempre tiene consecuencias perjudiciales.

Tomemos unos momentos para reflexionar sobre esto. Podemos profundizar sobre el proceso de la ira, un hábito negativo muy común. Cuando entendemos que nuestra esencia original es la paz y no sólo lo entendemos, sino que a través de la meditación y la contemplación realmente lo experimentamos, nuestra conciencia cambia. La experiencia habitual es que cuanto más nos sentimos en paz y en bienestar en la mente, más valoramos la presencia de la paz en nuestras vidas. Ahora tenemos mayor conocimiento espiritual acerca de nosotros mismos.

Hay una diferencia fundamental entre controlar y reprimir. Cuando tenemos conocimiento espiritual y alguna situación externa activa nuestra ira (que todavía existe, aunque tengamos la meta de superarla), entonces vamos desarrollando el poder de controlar. Esto quiere decir que incrementa nuestra capacidad de resistir internamente la fuerza de esa ira, ya que en nuestro intelecto mantenemos claridad acerca de quién soy y qué es lo que quiero: preservar mi paz y mi estabilidad. La decisión que tomemos para responder a ese estímulo será una decisión consciente.

En cambio, reprimir es algo que se hace desde la ignorancia, desde la obligación. Por ejemplo, alguien provoca mi ira y reprimo mi reacción. Normalmente lo haremos desde el miedo o desde la incapacidad, es decir, no es una decisión que proviene de un entendimiento y un proceso consciente sino desde lo que se percibe como una necesidad.

Un ejemplo podría ser el jefe dándole una reprimenda a un empleado. Al empleado le encantaría contestarle pero teme por su puesto de trabajo. La ira reprimida simplemente estallará en otro lugar y momento, quizás en su casa con su familia.

Por tanto, el auto-control es una capacidad muy necesaria en nuestro proceso de crecimiento espiritual, siempre desde el discernimiento y la claridad de conciencia.


lunes, 1 de mayo de 2017

El arte de mantenerse contento

Nos mantenemos contentos cuando reconocemos los beneficios que nos aporta cada escena, cada situación, y cuando reconocemos la belleza y las cualidades de cada alma (¡empezando por nosotros mismos!).

Podemos revisar nuestra capacidad de permanecer contentos si somos capaces de pensar sobre el pasado sin arrepentimiento y sobre el futuro sin miedo.
Permanecer contento es una gran virtud, aunque puede que al principio no atraiga nuestra atención. Aquellos que están realmente contentos, normalmente no hablan acerca de ello. Es un placer estar en su compañía, ya que están llenos, son pacíficos y generosos.

La experiencia de estar contento no les viene a aquellos que disponen de muchos medios, sino a aquéllos cuyas necesidades son pocas.
Hacer buen uso de lo que tenemos y desprendernos de lo que no necesitamos ni usamos nos ayuda a vivir una vida sencilla y sentirnos contentos.

Cuanto más positivos sean los pensamientos que fluyen a través de mi mente, más contento me sentiré. Es fácil sentirse contento cuando se nos alaba o aprecia, pero seguir contentos cuando somos criticados o rechazados es el indicador de la verdadera fortaleza espiritual. La forma de desarrollar este nivel de fortaleza es aprender acerca de la forma de amar de Dios. Sólo cuando estoy en profunda contemplación puedo ver cómo Dios me muestra la clase de amor que necesito expresar de forma que yo mismo nunca rechace o critique y siempre genere buenos deseos hacia los demás. Entonces me sentiré satisfecho no importa lo que la vida me arroje.


Dar felicidad y tomar felicidad

Se dice que la felicidad es la mejor nutrición del alma. Vivir en un estado de felicidad es vivir en plenitud.
Sin embargo, esto sólo es posible cuando entendemos la diferencia entre la felicidad espiritual y la felicidad limitada y temporal, es decir, basada en la satisfacción de los deseos limitados de la mente.

La felicidad que de verdad nos nutre no proviene del exterior, del mundo físico material que nos rodea. La felicidad espiritual es una felicidad sutil que surge de forma natural cuando llenamos nuestro intelecto de conocimiento espiritual, cuando llenamos nuestra mente y corazón con experiencias de amor y silencio, cuando desarrollamos todo nuestro potencial de cualidades y virtudes y cuando contribuimos al mundo de forma significativa para elevar la conciencia de quienes nos rodean.

La felicidad temporal es una experiencia transitoria que se produce al satisfacer algún deseo limitado. Sea una satisfacción a través de los sentidos físicos o la consecución de cierto respeto, consideración, nombre o fama, esta felicidad ni nos llena ni nos nutre realmente. Sólo nos deja satisfechos temporalmente, lo que provoca que volvamos a buscar esos estímulos, llegando a desarrollar adicciones.
La felicidad que necesita el alma es un estado, no una sensación pasajera. Se trata de vivir desde la felicidad y no sólo en su búsqueda. Esto es posible cuando reconocemos y experimentamos que mi naturaleza eterna, la del alma, es de felicidad. Se trata de conectar con mi esencia de felicidad.

Y otro principio espiritual importante a fin de mantener la experiencia de la felicidad es entender que cuanto más donamos felicidad a otros, más incrementa la nuestra. La felicidad nunca se consume al compartirla, sino al contrario, incrementa en nuestro interior y a la vez llena de luz la vida de los demás.

Por otro lado, para proteger este tesoro más preciado de la felicidad, es esencial desaprender el hábito de tomar pesar. A veces son los demás los que se comportan de forma negativa o infeliz, y cometemos un gran error cuando nos dejamos influenciar por su infelicidad.
Con atención y con sabiduría, tenemos que aprender el arte de preservar nuestra felicidad interior, como quien protege un espacio sagrado, donde no debemos permitir que entre ninguna influencia que no queremos. Esto requiere determinación y la fortaleza del silencio que obtenemos de la práctica de la meditación.

martes, 25 de abril de 2017

La identidad verdadera

Es esencial des-identificarnos de nuestros roles para permanecer en un estado de positividad y auto-respeto. Desprenderme de la conciencia de mi rol no quiere decir desprenderme de mi responsabilidad, sino cumplirla más efectiva y positivamente. Al soltar mi identificación, también puedo llevar a cabo transiciones fáciles y armoniosas entre los diferentes roles que interpreto, al no identificarme en exceso con ninguno de ellos. Al des-identificarme de mis roles y etiquetas estoy más libre para crear un espacio que permita que emerjan mis cualidades internas y para encontrar las cualidades apropiadas y fortalezas necesarias adecuadas para los diferentes roles que necesito interpretar.

Así que, ¿cuál es mi verdadera identidad? Mi verdadero ser es intangible e invisible y es el que interpreta y da vida a todos esos roles, pero diferente a los mismos. Los roles son mi creación, yo soy el creador.

Necesitamos distanciarnos en nuestra mente por unos momentos de todos los roles y actividad y crear pensamientos puros y positivos que nos permitan conectar con nuestra verdadera esencia.

Soy luz. Soy paz. Soy un ser de luz y de paz. Soy un alma, un ser espiritual. Este cuerpo físico es mi instrumento, mi vehículo. Mi esencia es paz… es amor… es armonía… es silencio. Experimentemos estabilizando por unos momentos nuestra mente en estos pensamientos.

Los pensamientos puros y concentrados son la llave que nos abre la puerta de la experiencia de mi identidad verdadera. Sólo necesito crear los pensamientos, enfocarme y concentrarme en ellos, y la llave hará su función.


La maravilla del silencio

En el silencio encontramos la habilidad de escuchar; escucharnos a nosotros mismos, a los demás y a Dios.

Escuchar es como un arte olvidado. Sin él no podemos comunicarnos, ni relacionarnos con los demás y por tanto, no podemos vivir una vida significativa. Necesitamos aprender a escuchar.

Sentarnos en silencio nos permite escucharnos a nosotros mismos y comprender. Este silencio puede sanar. Las preocupaciones y el dolor pueden sanarse cuando escuchamos. La medicina espiritual está siempre presente en el alma. Siempre que la necesitemos, hasta el punto en que la necesitemos, podemos encontrarla en el interior.

En el silencio también acumulamos poder espiritual. Este poder del silencio transforma la atmósfera, generando paz donde había intranquilidad. Primero nuestra atmósfera interna y luego la atmósfera a nuestro alrededor, a medida que irradiamos vibraciones silenciosas de paz.

Necesitamos conocer y experimentar con mayor profundidad el poder del silencio. Los instrumentos del silencio son los pensamientos puros, los buenos deseos y el lenguaje de la mirada.

Con el poder del silencio y con el lenguaje de la mirada podemos dar una experiencia de espiritualidad a los demás. Donde las palabras no pueden hacer que una tarea sea exitosa, la experiencia de amor y compasión a través de los medios del poder del silencio, pueden llevarla a cabo.
Para desarrollar la experiencia del poder del silencio, es necesario permanecer introvertidos y en soledad, practicando la experiencia de la conciencia del ser espiritual y la conexión con la fuente eterna de poder espiritual.

  Extracto del libro:
DESCUBRIR LA ESPIRITUALIDAD
Ed. Brahma Kumaris
Anthony Strano

miércoles, 19 de abril de 2017

Creencias sobre la ira

Hemos “aprendido a creer” que es normal enfadarse con los demás, con el mundo, incluso con uno mismo. Los padres y los jefes puede que incluso hayan aprendido a usar la emoción de la ira para atemorizar a los demás y conseguir que hagan lo que ellos quieren. Pocas personas se dan cuenta de que cuando nos enfadamos, nosotros somos los primeros en sufrir y los que más lo hacemos.

Después, cuando alguien aparece y sugiere que la ira no es una buena idea, y que no es una emoción sana, se resisten a esta creencia e incluso discuten para defender su ira!

Es sólo cuando experimentamos la verdad de nuestra paz interior y nos damos cuenta de que la paz es nuestro estado natural, que el argumento de que “la ira es normal y parte de la vida” se descubre como erróneo y falaz.

En la experiencia de la verdadera paz interior también nos damos cuenta, desde lo profundo de nuestra conciencia, de que en realidad no dependemos de nadie para experimentar nuestros sentimientos de paz, felicidad, contento y alegría. Esta experiencia de completa libertad interior termina con una de las creencias más profundas que la mayoría hemos aprendido, que es la de que dependemos de los demás, de los eventos y de las situaciones para sentir lo que sentimos.

Liberarnos de la ira no quiere decir que en las situaciones prácticas no nos expresemos ni digamos nada y nos sentemos en una resignación dichosa o en una especie de estupor meditativo! En vez de reaccionar desde la ira, experimentamos una renovada intención y una capacidad expandida de entender a los demás y permanecer vitalmente conectados con los demás.


La experiencia del silencio

La experiencia del silencio, la búsqueda de un espacio de profunda quietud interior, que es la base de las meditaciones, oraciones y experiencias místicas en todas las grandes religiones de la humanidad, nos ofrece un puente para acceder a nuestra propia espiritualidad, que es la fortaleza que necesitamos para tratar de una forma nueva y creativa con nuestra realidad cotidiana y los conflictos que a menudo se presentan en ella.
 

En el silencio profundo y sereno, en la contemplación de tal silencio pleno, se nos abren las puertas a esta comunicación divina y trascendente, es lo que se conoce como meditación. El silencio es el puente de comunicación entre lo divino y lo humano, nos abre a la experiencia del amor de Dios. El silencio espiritual prepara el corazón y la mente para comunicarnos con Dios.

El silencio espiritual nos proporciona energía pura y altruista de la Fuente Creativa, abriendo horizontes ilimitados de nueva visión. Para liberar al ser de la negatividad, necesitamos silencio. Absortos en la profundidad del silencio, iniciamos un proceso de renovación interior. En esta renovación, la mente se limpia, facilitando una percepción diferente de la realidad.

El silencio lleva nuestra energía mental y emocional a un punto de concentración donde podemos encontrar la quietud. Sin esta quietud interna, en las situaciones difíciles o problemáticas nos sentiremos a menudo como una marioneta arrastrada por las diversas cuerdas de las influencias externas. Este punto de quietud interior es la semilla de la autonomía que corta tales cuerdas y termina con la pérdida de energía.

El silencio sana. Es como un espejo. El espejo no culpa ni critica, pero ayuda a ver las cosas como son, ofreciéndonos un diagnóstico que nos libera de los pensamientos erróneos. El silencio revive la paz original del ser, una paz que es innata, divina, que cuando se invoca fluye por el ser armonizando y sanando cada desequilibrio.

El silencio es el lenguaje para comunicar con Dios. Silencio unido al amor. Donde hay amor, la concentración es natural y estable, como una llama serena de una vela que irradia su aura de luz. Cuando la mente humana está absorta en el pensamiento de Dios, la persona siente la armonía de la reconciliación en profundidad. En esta unión silenciosa de amor uno llega a estar completamente reconciliado, no como un proceso intelectual, sino como un estado del ser.

De esta experiencia de Dios, aprendemos a vernos como un canal de comunicación... desarrollamos la capacidad de canalizar este amor divino y espiritual, para el beneficio de todos.


martes, 11 de abril de 2017

Aceptación incondicional

Aceptar a los demás de manera incondicional les permite quitarse sus máscaras y sentirse cómodos con quiénes son. La seguridad de ser aceptados les da la libertad de ser ellos mismos y eso, a su vez, les permite aceptarse a sí mismos también.

Todos nos encontramos en situaciones en las que sentimos rechazo o resistencia hacia otra persona. También pondríamos en marcha una nueva lucha en contra de lo que nos desagrada cuando leemos las noticias del mundo.

Sin embargo, nos olvidamos de que cuando decidimos que vamos a resistirnos a algo o a alguien, sea mental o físicamente, simplemente estamos fortaleciendo el objeto de nuestra resistencia, sea en la realidad o en nuestras propias mentes.

Si quieres disfrutar de la habilidad de influenciar, siempre empieza con la aceptación. Si quieres desarmar a los demás, empieza con aceptación. Si quieres animar y facultar a otros para que cambien, empieza con la aceptación. No la conviertas en algo condicional. De lo contrario es sólo resistencia disfrazada de aceptación y todavía estás intentando controlarles.

Y todos podemos oler desde la distancia a un controlador… ¿no es así?


Barreras del amor

Todo lo que hay en el corazón que no es limpio ni verdadero, finalmente generará un muro en nuestro interior, obstruyendo el fluir natural del amor. Las personas que dicen que no hay amor en sus vidas en realidad están bloqueadas debido a este muro.

Realmente sí hay amor, pero simplemente no pueden aceptarlo. El ego es el ejemplo más claro de esto. El ego limita el fluir del amor al poner condiciones al amor que se da y se recibe. El ego usa el amor para satisfacer sus propias necesidades y deseos. Genera un amor que es engañoso, que sólo trae satisfacción temporal. El ego no nos permite experimentar el amor verdadero ni compartirlo. De hecho, el ego es capaz de destruir nuestra habilidad natural de sentir el amor.

A la vez, el amor engañoso es aquél que surge cuando no hay honestidad en el corazón. Crea dependencia y se parece más a un contrato que a una relación. Este tipo de amor se ha convertido como en una droga.

El amor debería ser tal que permita que la honestidad y la verdad crezcan. Es la honestidad lo que nos muestra qué es el amor, y el verdadero amor nos muestra lo que es la honestidad. Funciona en las dos direcciones.

La forma de liberarnos de la dependencia del falso amor es experimentar a través del silencio y la meditación la conexión con la verdadera fuente de amor. Experimentar la dulzura y plenitud del amor verdadero. Así reemplazamos el veneno con el néctar y cada vez será más fácil reconocer la futilidad y el nulo valor del amor falso.

No deberíamos simplemente aceptar cualquier amor que se presente en el camino, de aquí, de allí, de cualquier lugar. Si alguien quiere darte amor, primero observa qué clase de amor está ofreciendo.

El amor verdadero está libre de deseos egoístas y de expectativas. Para experimentarlo tenemos que conseguir que nuestro corazón esté limpio y lleno de honestidad.

domingo, 2 de abril de 2017

Retorno a las raíces

Las raíces son los cimientos ocultos, lo que sostiene. Todo cimiento está oculto pero, aunque no se ve, sostiene toda la estructura. Ya sea nuevo o viejo, feo o hermoso, un edificio requiere cimientos sólidos para permanecer en pie.

También un ser humano posee cimientos invisibles. La estructura visible de la vida humana ­ el cuerpo, las palabras y las acciones ­ posee en sus raíces una energía sutil. El proceso llamado “muerte” ocurre cuando esta energía sutil abandona al ser humano. Hay una boca, pero no hay palabras; hay ojos, pero no ven; hay cuerpo, pero sin movimiento. La estructura permanece, pero el cimiento se ha ido. El cimiento de la vida humana no es material.

Mientras no examinemos las raíces de nuestra existencia humana no podremos empezar a comprendernos y cambiar. La psicología ha intentado llegar a estas raíces y nos ha ayudado a comprender el mundo interno de nuestros procesos conscientes y subconscientes. Sin embargo, para conocernos verdaderamente debemos regresar a la semilla.

Para los seres humanos, la semilla son los pensamientos. Los pensamientos brotan del alma, un foco de energía no material, eterna en forma e identidad. El alma no está sujeta a cambios como lo está el cuerpo. El alma, que no pertenece al mundo material, es la base de la conciencia; este receptáculo viviente, no físico, contiene nuestra personalidad, nuestros pensamientos, nuestros deseos y nuestras emociones.

Así como la semilla de un árbol guarda en su interior su imagen, hasta que las condiciones apropiadas le permiten manifestarla, el alma contiene en su interior la imagen de la personalidad individual, que se manifiesta a través de la acción.

En un sendero espiritual intentamos alcanzar lo que hay de eterno en la personalidad humana. Fuera de la negatividad que hemos acumulado en el interior, nuestra naturaleza básica es pura.

El alma - es decir, el verdadero ser - no es pecadora en sus orígenes: es originalmente buena. El sendero espiritual nos lleva a experimentar esta bondad original. Cuando se experimenta esta preciosa energía, la conciencia resurge con ímpetu. Esta irrupción de la conciencia se conoce en la historia como «iluminación». La iluminación es el salto hacia una nueva percepción que nos da confianza y esperanza. La vida es entonces más real y, en consecuencia, más plena de felicidad. Nos vemos renovados.


El poder del amor

Los pensamientos y los sentimientos de preocupación, temor y pesar no nos sirven, sino que nos debilitan y no nos ayudan a encontrar soluciones duraderas para nuestros problemas. En cierto modo, el problema son ellos. Si tengo la fuerza suficiente para reaccionar ante una situación con calma y tranquilidad, deja de ser un problema.
Entonces se plantea la pregunta: ¿Cómo nos libramos de esos pensamientos y sentimientos? ¿Acaso no forman parte de la condición humana? ¿Cómo podemos mantener sentimientos positivos, cuando hay tantas cosas en el mundo que están mal, incluidos nosotros mismos?

Cierto es que, cuando estamos débiles, no podemos hacer nada con esos sentimientos, que se apoderan de nosotros. Sin embargo, aunque puede que la debilidad esté muy extendida, no es nuestro estado natural.
Cada uno de nosotros es fuerte por naturaleza, en principio. En ese contexto interior, el poder significa algo que está muy relacionado con la expresión francesa joie de vivre, o vitalidad, es decir, estar bien dotado de la energía del pensamiento y el sentimiento positivos y saber cómo usar y mantener esas reservas de una manera efectiva, reabasteciéndolas en una fuente interior. Cuando tienes ese poder, sientes amor por ti mismo, por los demás y por la vida. Cuando uno empieza a pensar de forma positiva, acumula poder y aumentan su confianza en sí mismo y su eficacia. Cuando permite la entrada de pensamientos negativos, es como si el alma empezara a hacer agua.
Incluso los instantes de negatividad, como observar a los demás con mirada crítica, automáticamente ocasionan una pérdida. No se puede ser positivo y negativo al mismo tiempo. Si uno cae en rachas prolongadas de duda y crítica, tanto con respecto a sí mismo como con respecto a los demás, pierde toda la fuerza que tiene dentro. Ese tipo de pensamientos y sentimientos nos llevan a un estado de desconcierto, confusión y, por último, depresión. Uno ya no tiene idea de lo que se supone que tiene que hacer ni de la manera de hacerlo. Se siente como un extraño en este mundo, sin amigos y sin sentido.

Sin embargo, llega un punto en el que uno se da cuenta: «¿Qué me está haciendo esta manera de pensar y de sentir, a mí y a mi actitud y mi visión de los demás? Me está destruyendo.» Darse cuenta de eso puede ser doloroso, pero la experiencia demuestra que es el primer paso para recuperar el poder. Te das cuenta de que tienes que elevarte no sólo por encima de los pensamientos negativos, sino también por encima de los pensamientos inútiles y corrientes, porque ese tipo de pensamientos perturban tu paz interior y esa paz es necesaria para poder ser capaces de obtener la energía divina y acumular su poder.

Cuando se agita la superficie de un lago, deja de reflejar el cielo o las colinas que lo rodean. Si tratamos de mirar dentro de él, no pasaremos de las ondas o las olas. El agua tendrá un aspecto turbio. En cambio, cuando está quieta, puedes ver las profundidades y, con un leve cambio de enfoque, también se puede ver la belleza reflejada desde arriba.

Lo mismo ocurre con el ser. Antes de poder desarrollar amor, o incluso un profundo interés por nosotros mismos y por Dios, tenemos que fijarnos en la calidad de nuestros pensamientos; tenemos que volverlos apacibles y puros, tanto como podamos, mediante la voluntad y la determinación. Entonces nuestro interior se estará preparando para abrirse al amor puro y espiritual.