sábado, 9 de febrero de 2019

Centrarse y fluir



Si observamos el sol desde la tierra, nos damos cuenta de la ley básica y fundamental, de la cual nosotros los seres humanos podemos aprender, y que es la que más nos ayuda en la vida a movernos correctamente. El sol con su luz da vida a la tierra. El sol está en una posición fija, y así tiene que ser, de otro modo la tierra y los demás planetas de nuestro sistema solar no seguirían en su continua y armoniosa órbita. Habría caos, trastorno y grandes pérdidas. Por otro lado la tierra se está moviendo constantemente en ciclos repetitivos, alrededor del sol. El movimiento permite el cambio y una expresión que tiene un principio, medio y final. En otras palabras, el fenómeno del tiempo se crea a través del equilibrio de la tierra y los armoniosos ritmos cíclicos. Ambos son necesarios para la vida. 

La tierra tiene todo el potencial para la vida, pero sin la luz de la fuente fija no habría vida. De la misma forma, el sol tiene el poder de dar vida, pero si la tierra moviéndose no sostuviera el potencial, incluso habiendo luz no habría manifestación de la vida. 
En ciertas situaciones y momentos necesitamos tener enfoque, concentración de pensamientos, voluntad y entendimiento. Los tres necesitan estar juntos, centrados en un punto, si queremos llegar a la profundidad y experimentar novedad. Sin embargo, si nos enfocamos demasiado, entonces gradualmente surge rigidez y presión. Esto lleva a un desequilibrio que nos hace perder creatividad y apertura para una nueva visión. Lo que podemos observar es que “estar centrado” necesita en ciertos momentos el fluir en nuestra vida de forma natural, apropiada y sistemática.
Estando enfocados encontramos la visión, la inspiración, el entendimiento, y al fluir encontramos la expresión, la experimentación, la experiencia. Así como un enfoque excesivo se convierte en algo negativo, el fluir en exceso puede llevarnos a que nos perdamos en una inundación de exceso de pensamientos y de hablar y hacer demasiado, y no hay dirección que guíe la expresión, entonces las cosas se hacen frágiles. En tales momentos necesitamos darnos cuenta de que es el momento de enfocarnos, de ir hacia nuestro interior y permanecer silenciosos. 
De acuerdo a la necesidad, los seres humanos necesitan moverse entre el enfocarse y fluir, y sólo el propio discernimiento de la persona le dirá cuando y cómo hacer esto. Todo tiene su momento.

Complementarse



La armonía, el bienestar, y la satisfacción del propósito individual son posibles cuando nuestra conciencia es inclusiva en vez de excluyente. Tal conciencia es universal, en el sentido de que podemos reconocer y apreciar el propósito y la necesidad de todas las cosas en la vida, y de esta manera darles el espacio para expresar el derecho innato de “ser”. Cuando las personas, bien sea a un nivel individual o colectivo, se hacen excluyentes, es decir, cuando la base de su identidad se fundamenta en prerrogativas y privilegios, entonces la armonía, la paz y también el amor se pierden, tanto en la persona como en la sociedad. Las personas, las sociedades, nacionalidades, religiones, políticas, se vuelven excluyentes. Cuando se apegan a una especialidad en particular, un talento o una posición, a pesar de que es sano el valorar quién eres, tal apego hace que se convierta en algo insano y violento, haciendo que otros se sientan inferiores debido a que no poseen lo que nosotros tenemos.

En la mayoría de ocasiones, la razón del conflicto a cualquier nivel es la idea de estar en lo cierto, y querer dominar y reprimir a otros porque pensamos que somos mejores de una forma o de otra. Desafortunadamente, en la sociedad moderna, ya sea en oriente u occidente, la idea de rebajar a los demás para demostrar el valor de la persona o la idea, ha creado precedentes sobre el principio innato de la vida que es el complementarse. 

Cuando tenemos tendencia a complementarnos en lugar de competir o menospreciar a los demás, hay paz y en especial respeto. Y por encima de todo auto-respeto. Auto-respeto es reconocerme a mí mismo tal y como soy y cumplir con mi propósito sin dañar ni compararme con los demás. En este hermoso tapiz de la vida todos tenemos un lugar, simplemente debo saberlo, entenderlo, expresarlo, disfrutarlo. Tengo este derecho, pero nunca debo abusar, porque cuando empiezo a pensar que mi “rol” o mi posición o mi expresión, es más aventajada o mejor que la de los demás, entonces habrá conflicto. En ocasiones, cuando hay una sensación de incapacidad, ya sea personal o colectiva, hay una necesidad de ser reconocido y esto crea apego a los privilegios o las prerrogativas, y cuando el sentido de identidad se basa en esto, crea exclusividad. 

La naturaleza funciona bajo el principio de la complementariedad, como por ejemplo podemos comprobar con las estaciones, el día y la noche, el continuo proceso cíclico de nacimiento, crecimiento, madurez y envejecimiento, muerte, renacimiento, crecimiento, madurez, muerte, etc. 

El principio de ser complementario significa que cada uno tiene un mismo valor, y cuando reconocemos la igualdad del valor de todas las cosas, entonces dejamos de competir, compararnos, sentirnos inferiores o superiores, intentando ser lo que no somos. En una sociedad, ¿son todos doctores, albañiles o panaderos? Todos tienen diferentes talentos, diferentes posiciones ya que se tienen que realizar diferentes tareas si se quiere que la sociedad funcione bien. Si examinamos la vida, nos damos cuenta de que el reconocimiento de este principio de ser complementario es la base para crear una coexistencia pacífica y feliz, ya que la visión y la actitud de igualdad respetan las diferencias.