lunes, 30 de diciembre de 2019

Relación con la Fuente incondicional


En el Universo hay un Punto, un Ser que no está condicionado por ninguna necesidad, o deseo. Desde el momento en que ese Ser no quiere nada, todo le pertenece, pero no en el sentido de poseer o controlar, sino que todas las cosas gravitan de forma natural alrededor de esa Fuente incondicional, simplemente porque da un amor puro de forma natural a todos los que se acercan.

El amor de la Fuente Incondicional es como una luz del sol. La luz del sol despierta a la flor que está oculta en la semilla, sin entrometerse ni tomar para sí. La luz del sol facilita el nacimiento y el florecer de la planta. La luz pura, ya sea física o espiritual, es desinteresada, completa en sí misma. La luz espiritual de la Fuente nos revela nuestras verdades olvidadas, nuestro potencial oculto y en especial nuestra bondad original. La Fuente Incondicional nos revela nuestra realidad. Entonces si nosotros queremos podemos alimentar esa conciencia.

En estos momentos, la humanidad esta sumergida en la oscuridad. La meditación es el ejercicio del pensamiento puro, del pensamiento concentrado, para reconectarnos con esa Fuente Incondicional. Libera a la mente de los límites del pasado, de los resentimientos, de la mezquindad, y nos permite probar la dulzura de lo ilimitado, del Incondicional, ya bien sea amor, paz o felicidad. Esta relación con la Fuente Incondicional me anima y permite que emerja mi fortaleza espiritual. Con esta fortaleza espiritual soy capaz de crear una vida verdaderamente humana, una buena vida.

Sanar el corazón


Somos responsables de cómo nos sentimos. No podemos culpar a nadie, somos nosotros mismos quienes "elegimos" cómo somos influenciados por las situaciones. Si estamos enfadados, con el corazón dolido o angustiados, es hora de elegir de forma diferente y asegurarnos de que no vuelva a suceder. Sanar el corazón también es una elección, aunque uno no haya pensado nunca que lo fuera.

En primer lugar no somos nuestros sentimientos. Puede que estemos experimentando enfado, depresión o miedo, pero no somos esos sentimientos. Todos ellos han sido adquiridos y lo que hacen es nublar nuestra paz y belleza internas.

Observémoslos y pensemos: "No estoy enfadado, deprimido o asustado. Esto son sólo sentimientos. Es hora de dejarlos ir y recordar quién soy yo realmente". Y después, tomarnos unos momentos para reflexionar sobre nuestra verdadera naturaleza. En la calma de una reflexión silenciosa podemos volver a retomar conciencia de nuestro verdadero ser: En esencia, somos un ser espiritual, un ser de paz, un ser de amor, un ser lleno de belleza y cualidades.

Con una observación serena y paciente, veremos cómo estas cualidades afloran desde nuestro subconsciente. Esto es meditación.

Equilibrio entre tolerancia y valentía


El equilibrio es la base para la armonía en todos los aspectos de la vida: en el universo, en la naturaleza, en el entorno, en la sociedad, en la familia e incluso en el individuo. Un intelecto claro tiene objetividad y nos da una amplia perspectiva en nuestra actitud hacia los demás y las situaciones, de esta forma uno puede fácilmente mantener este equilibrio interior y exterior.

Por ejemplo, el equilibrio entre tolerancia y valentía. Todos sabemos lo importante que es la virtud de la tolerancia, que tan a menudo es necesaria en nuestra vida diaria para evitar conflictos y para permanecer en paz con nosotros mismo. La tolerancia viene del entendimiento de que cada persona es como un actor que representa su papel propio e individual y de comprender que yo tengo que representar mi propio papel lo mejor que pueda. La tolerancia nos capacita a aprender de cada situación, incluso aunque parezca muy negativa,  permitiéndonos así ver el beneficio que está escondido en esa pérdida.

Sin embargo, si nos excedemos en la tolerancia, entonces el resultado es que nos hacemos apáticos, indiferentes, despreocupándonos de lo que sucede. La razón por la que la tolerancia puede llegar a un extremo, es decir, a la indiferencia, es debido a que no la hemos equilibrado con la valentía y ser activo. Muy a menudo es necesario que digamos nuestra opinión acerca de algo que es erróneo pero por falta de confianza en nosotros mismos, un poco de inseguridad o por tener miedo a la reacción de los demás, preferimos mantener silencio y no hacer o decir nada.

No hacer o no decir por miedo a lo que los demás dirán eso no es tolerancia.

Aunque es muy importante que digamos nuestra opinión claramente sobre algo que no nos gusta o que no estamos de acuerdo, aún así tenemos que poner atención que lo hagamos con buenos sentimientos o por lo menos con ningún mal sentimiento o ego. Ya que si la ira, la irritación o el odio están detrás de nuestras palabras, entonces la otra persona no escuchará, pensando que la queremos corregir. Por eso, necesitamos ser capaces de ver el momento adecuado para decir algo y también cómo decirlo de manera que pueda haber comunicación.

Tolerancia no significa aceptarlo todo a ciegas, sino por el contrario, entender y cambiar lo que puedo y aceptar lo que no puedo cambiar.

viernes, 6 de diciembre de 2019

Saber perdonar


La habilidad de perdonar a los demás depende de cuán sinceros seamos con
nosotros mismos. ¿Acaso nuestro viaje por esta vida ha sido de pureza,
perfección y limpieza, sin un pensamiento, palabra o acción erróneos? Si nos
vemos con sinceridad, ¿cómo no perdonar a los demás? Cuando aceptamos
nuestras deficiencias desaparece nuestro enojo hacia otros. Todos hemos
actuado erróneamente en el pasado, ya sea por no haber sabido lo que era
correcto o movidos por el miedo o la falta de comprensión.

Cuando examinamos el pasado, solemos arrepentirnos de muchas cosas que
dijimos o hicimos. Una vez que ha pasado el tiempo y que adquirimos una
mayor comprensión nos damos cuenta de lo que es correcto y podemos
empezar a rectificar. Con el simple deseo de hacerlo iniciamos el proceso de
perdonarnos a nosotros mismos. Para que el proceso continúe debemos
perdonar a los demás. No es posible condenar a los demás y disculparnos;
esto es hacer trampa, y un auto-engaño. El poder de perdonar surge de la
compasión.

El perdón hace desaparecer la necesidad de demostrar que tenemos razón y
nos permite eliminar la indignación debida a supuestas injusticias. Si no
aprendemos a perdonar, el resentimiento nos envenenará. Aquellos que no
perdonan, que insisten en interpretar el papel de jueces, deberán esperar lo
mismo a cambio; ¿cómo podría ser de otra manera?

Cuando no perdonamos llevamos una doble carga: tanto el resentimiento por
la injusticia cometida por otros como la oculta realidad de nuestra propia
injusticia. El perdón nos libera de esas amargas emociones. Perdonar
significa ser compasivo y avanzar pacíficamente sabiendo poner un punto
final en nuestra mente y en nuestro corazón. Perdonar es un signo de
sabiduría espiritual.