jueves, 26 de noviembre de 2015

Prestar atención a las intenciones

Un cambio personal positivo se inicia en nuestra conciencia. Responsabilizarse personalmente de los pensamientos, palabras y acciones es tomar el control del volante y poner el proceso de cambios en movimiento. De esta manera conduciremos nuestros pensamientos hacia la dirección precisa y valiosa; frenaremos las palabras hirientes antes de emitirlas; sabremos cuándo “hacernos a un lado” para evitar “chocar” con otro; y mantendremos el motor en funcionamiento de forma consistente para que la batería se mantenga cargada mediante acciones puras, realizadas sin esperar nada a cambio. Cuando prestamos atención a las motivaciones y a las intenciones, el motor funciona sin problemas y recorremos un mayor kilometraje en términos de progreso y resultados.

Es necesario hacer un examen rutinario. Las diferencias entre las intenciones positivas y las negativas son sutiles y a veces difíciles de detectar. La costumbre de ver y hablar sobre los defectos de los demás, por ejemplo, a veces es consciente y a veces no lo es.
De hecho, el hábito puede estar tan arraigado que ni siquiera advirtamos que estamos teniendo pensamientos inútiles sobre las debilidades de los demás. A menudo, tales pensamientos son las semillas de los chismes. Estos tienen un efecto directo o indirecto no sólo en la persona de la cual se habla, sino también en los chismosos. Aunque esta conducta se pueda defender como inocente, las huellas dejadas por las intenciones negativas se vuelven más profundas y deterioran el ambiente.

Otras formas de intenciones negativas incluyen el demostrar que uno tiene razón reprimiendo a los demás; manipularlos, aunque sea sutilmente; esperar el respeto de los demás sin respetar o depender de otros debido a la propia imperfección o inseguridad interna.

Aun cuando algunas de estas motivaciones pueden ser claramente evidentes para uno y para los demás, otras intenciones pueden estar ocultas incluso para uno mismo y requieren de un examen profundo para detectarlas, entenderlas y cambiarlas.

Las intenciones positivas, por otro lado, se pueden reconocer cuando, de forma natural y espontánea, respetamos y beneficiamos a los demás; apreciamos la originalidad y las cualidades de todos y les damos la libertad de ser ellos mismos. Incluso cuando debamos decir palabras que puedan percibirse como una medicina amarga, como opinar sobre una conducta inapropiada o sobre algo que pueda afectar la vida de alguien, las palabras se pronuncian directa y honestamente, con humildad y con consideración hacia la sensibilidad del otro.
Cuando se trata con dignidad y respeto al receptor de la opinión, se le escucha con empatía y se le implica en las decisiones sobre los cambios, el diálogo se puede experimentar como algo positivo, que abre las puertas a la oportunidad y da a esa persona la experiencia del logro. Las intenciones positivas fortalecen al instrumento o al emisor de esta información para que permanezca “limpio” y “directo”, incluso cuando da un mensaje delicado.


Apreciación

En general, es más fácil darnos cuenta de nuestras carencias que apreciar lo que tenemos. Siempre que surgen situaciones adversas en nuestro camino, tendemos a enfocarnos sólo en lo que nos falta. Cuando tenemos esta actitud, somos incapaces de hacer ningún esfuerzo para cambiar la situación. Entonces tendemos a culpar a los demás o a poner excusas.

Por otro lado, tendemos a valorarnos a través de nuestros logros y de la consideración y apreciación que recibimos de los demás. Esto hace que nuestro sentimiento de valía dependa del exterior. Puesto que todo lo que viene del exterior no siempre es estable, nuestra mente y pensamientos fluctúan de acuerdo a ello. A veces estamos felices y a veces no.

Cuando somos capaces de apreciar nuestro propio valor inherente, entonces podemos usar de la mejor manera nuestras habilidades y talentos. Nos daremos cuenta de cuan capaces somos, y no necesitaremos más el reconocimiento de otros para sentirnos bien acerca de nosotros mismos.

Como práctica para experimentar, podemos percibir hoy cada reto o adversidad como una oportunidad para desarrollar nuestras habilidades y descubrir nuestros recursos escondidos. Cuanto más hagamos esto, más progreso experimentaremos.


sábado, 7 de noviembre de 2015

Saber soltar

Sentimos pesar cuando nos agarramos a las situaciones o nos involucramos excesivamente en las mismas. Nos olvidamos de que estas situaciones son externas a nosotros. Todo lo que se necesita es saber soltar y desprendernos de ellas. Una vez conseguimos esto, recuperamos la felicidad y la paz y podemos volver a sonreír. Cuán a menudo hemos vuelto la vista atrás en relación a algún problema previo y nos hemos sorprendido de cómo nos dejamos afectar tanto innecesariamente.

El arte de vivir desde el interior hacia el exterior es tal que no sólo nos capacita a desprendernos de aquello que está fuera, sino que nos desarrolla tal fortaleza que nos protege e impide que nos atrapemos en nada.

Cuando sabemos soltar todas las cosas externas a nosotros y nos liberamos, empezamos a sentir un estado de estabilidad lleno de tal felicidad que no importa lo que suceda, no lo podemos perder. La felicidad contiene los poderes de la paz y del amor. Cuando hay paz y felicidad sentimos que tenemos auto-respeto y que somos fuertes, que no somos una persona fácilmente alterable y de estado de ánimo cambiante.

Necesitamos poner atención a la calidad de pensamientos que permitimos en la mente. Esto es sensatez. Después de todo, es nuestra mente. Los pensamientos deberían ser puros, elevados y determinados. Entonces, simplemente observemos los resultados: experimentaremos paz de la mente.

Preguntemos a nuestro corazón: ¿Tengo pensamientos puros y sentimientos positivos hacia todos incluyéndome a mí mismo/a? ¿Presto atención a esto, convirtiéndolo en mi prioridad a medida que me muevo por la vida? Tales sentimientos crean una energía que automáticamente fluye hacia el exterior, protegiéndonos de las influencias negativas.


Honestidad y sinceridad

Sinceridad no significa simplemente hablar con franqueza. Significa conocer claramente lo que sucede dentro de ti.

Tal claridad se refleja en tus palabras, que tendrán el poder de la verdad, y surgirán con facilidad y sin vacilaciones. La sinceridad genuina cultivada dentro de ti es lo que les llegará a los demás y les influirá.

Si los demás te influyen fácilmente a ti, tu capacidad de ser sincero se reduce. Los demás no podrán recibir de ti ese sentimiento de verdad, y en tus relaciones no habrá un sentimiento de amor. Parecerán superficiales. Aunque el amor superficial es mejor que la carencia de amor ya que por lo menos asegura que no te vuelves totalmente frío, es obvio que no es el auténtico.

Se necesita mucho coraje para ser honesto. Una de las cualidades más nobles de una persona es la capacidad de decir: «Lo siento. Estaba equivocado y tú tenías razón». Lo que importa no es tener razón, esgrimir argumentos contundentes o lograr que acepten mis ideas. Lo que importa es ser capaz de reconocer mis errores, hacerme responsable de ellos, aprender la lección y seguir adelante con mayor grado de madurez.

La honestidad espiritual significa: “sé fiel a tu propio ser”. Es uno de los pilares de la grandeza, ya que permite experimentar el amor de Dios, y el sentimiento de que Dios y yo estamos muy cerca. Hay un gran poder en esta experiencia. Por desgracia, en lugar de disfrutar de tal grandeza de una forma natural, la mayoría de las personas renuncian a esta oportunidad poniendo excusas. Las excusas también son una forma de la falsedad.

Donde hay sinceridad y honestidad, los sentimientos se vuelven puros y limpios.