La tolerancia es una virtud y a la
vez es una fortaleza, lo que podríamos denominar también un poder
espiritual. En nuestra vida la tolerancia es clave para que podamos
mantener equilibrio y estabilidad en medio de las adversidades, retos y
pruebas que se nos presentan.
Se puede decir que el nivel de
tolerancia que tenemos al dolor y la negatividad, es un indicador claro
de nuestro nivel de poder espiritual, y también de la profundidad y
madurez que hemos desarrollado.
Gracias a la profundidad y la
madurez, podemos ver más allá de la superficie de las situaciones,
entendiendo el significado profundo de cada escena. Manteniéndonos
conectados con nuestra verdadera naturaleza de paz, nos mantenemos
tolerantes y nos acomodamos a los diferentes desafíos que se nos
presentan a través de las relaciones, la salud, las situaciones...
Con tolerancia, el corazón se abre y crea espacio para el dolor que hay
dentro del ser y a nuestro alrededor, para aceptar ese dolor y así
poder transformarlo. Cuanto más aceptamos el dolor, en sus diferentes
manifestaciones (espiritual, mental, emocional y físico), más estamos en
disposición de desapegarnos y trascenderlo.
Algunos
indicadores de la falta de tolerancia son una actitud reactiva,
susceptible, una tendencia a evitar y evadirnos de todo lo que
percibimos como desagradable o doloroso. Lo que no entendemos en ese
momento es que, en realidad, estamos protegiendo nuestra propia
debilidad.
La tolerancia se fortalece nutriendo nuestro ser
espiritual con el poder del silencio, sumergiéndonos en la experiencia
del silencio, accediendo a la fuente de luz y poder espiritual. A medida
que el alma se recarga y se fortalece, se va equipando con el poder de
tolerancia necesario para navegar con éxito por el mar de la vida.
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