La meditación nos ofrece poderosas
herramientas mediante las cuales podemos mejorar nuestro carácter. Esto
es debido a que practicando la meditación, aprendemos a no reaccionar
simplemente a los estímulos externos, sino que desarrollamos la
habilidad de observar qué es lo que sucede en la mente y ejercitamos la
capacidad de crear pensamientos de mayor calidad.
Hacemos esto a
través del intelecto. El intelecto toma las riendas de la mente y elige
la dirección de los pensamientos. Cuando realizamos esto repetidamente
de una forma consciente – dejar que el intelecto controle el proceso de
creación de los pensamientos – nuestras tendencias más arraigadas de la
personalidad empiezan a cambiar. El intelecto significa nuestro
entendimiento y comprensión, la capacidad de análisis y discernimiento
del alma.
La conciencia del alma es la llave para estar en
control de lo que sucede en nuestra mente. Si creemos que nuestros
pensamiento y sentimientos, incluyendo la conciencia que tenemos de
nosotros mismos, son simplemente consecuencias de procesos cerebrales,
significa que perdemos la llave. Cuanto más se atrape nuestra conciencia
en la identidad física, más difícil nos será disciplinar nuestra mente.
En
la meditación, cuando emergemos el entendimiento de que somos un alma y
nuestro intelecto acepta y absorbe esta conciencia, podemos reconocer
que los pensamientos son nuestra propia creación, y que tenemos la
capacidad de elegir qué clase de pensamientos queremos crear. Nos damos
cuenta de que nuestro estado natural de conciencia es el de ser amos de
nuestra mente y empezamos a tomar las riendas y el control de lo que
sucede en nuestro interior.
Para ilustrar este proceso, veamos un
ejemplo de una situación en la que no tenemos mucho control: si nos
hemos enfadado y nuestro cuerpo está en un estado de trastorno. Nuestra
presión sanguínea sube, el corazón palpita velozmente, el sistema
digestivo está agitado y los niveles de colesterol suben, junto a todas
las hormonas de estrés que acompañan estas reacciones.
Además de
todo eso, empezamos a sentir que se aproxima una ola de remordimiento.
Hemos hecho esto antes suficientes veces como para conocer las
repercusiones de nuestro comportamiento. Hemos estropeado relaciones y
empeorado las situaciones a través del enfado y el malhumor. Hay pesar,
culpabilidad y desesperación debido a nuestra falta de control, una
crisis de confianza en el ser, y hay miedo acerca de nuestro futuro.
Afortunadamente,
un rayo de luz puede atravesar con su brillo esta oscuridad. Eso sucede
cuando, en un instante, recordamos y tomamos conciencia de que, de
hecho, somos un alma. Incluso mientras estamos atrapados en la agitación
de la situación, podemos usar nuestro intelecto para restablecer en
nosotros, consciente y deliberadamente, la conciencia de ser un ser
espiritual, un punto de energía brillando en el interior, detrás de los
ojos. En ese momento somos capaces de acceder a la profunda base de paz
interior. Sentimos y sabemos que somos paz. A medida que esta
experiencia crece, penetra en todo nuestro sistema. La calma y la
estabilidad se restablecen tanto en el cuerpo como en la mente.
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