En cada área de nuestra vida, la
determinación es sin lugar a dudas la clave del éxito. Y en el contexto
de nuestro fortalecimiento espiritual, sin determinación no podemos
transformarnos, cambiar ni avanzar.
La determinación, desde el
punto de vista espiritual, no tiene nada que ver con forzar ni presionar
para que algo suceda, ya que en nuestro ser, tales actitudes no van a
dar ningún resultado favorable. Antes al contrario, viendo que no
conseguimos nuestros objetivos, el desánimo puede ser el destino de
tales esfuerzos. No podemos por tanto, forzar nuestro cambio interior.
Determinación
significa incrementar el poder y la capacidad en los pensamientos. Se
trata de que cuando creo el pensamiento de que algo tiene que cambiar en
mí, algo tengo que soltar y algo tengo que potenciar y vivir más, este
pensamiento se pone en la práctica.
A veces, las cosas pueden
parecer muy grandes y difíciles de conseguir, pero, sin empujar ni
forzar, si mantenemos determinación y paciencia acerca de ello, y sin
estar apegados a que suceda de manera inmediata, nos damos cuenta de que
se consiguen de forma muy natural.
La determinación tiene que
ver con la energía del pensamiento. El pensamiento es tan puro y
concentrado que toma forma práctica. Con determinación también
desarrollamos confianza y no nos desanimamos. Aquello que queremos que
suceda tendrá lugar en el momento adecuado. Si el pensamiento está
alineado con el ser, con los demás y con Dios, entonces nada es
imposible. Va a suceder. Es la seguridad y confianza de que éste es un
pensamiento correcto y puro y por tanto, tomará forma práctica.
La
determinación proviene de la serena y profunda convicción de que nada
ni nadie me puede impedir tomar las riendas de mi conciencia, de mi ser y
encaminarme hacia el destino espiritual con el que me he comprometido:
el destino de la paz, de la libertad y de la plenitud.
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