Una de las metas más elevadas en
nuestro progreso espiritual es recuperar la soberanía interior, es
decir, que el alma gobierne su mundo interno: la mente, el intelecto y
las tendencias.
En particular, es la mente la que hace que
fluctúe el estado de soberanía. El alma es el soberano y la mente es su
ministro, sin embargo a veces es la mente la que se hace soberana y
somete al alma. La conciencia correcta es: yo, el alma, soy el rey. La
mente no es el rey, es el ministro. Coopera conmigo. Ser constantemente
el amo de la mente se describe como tener el derecho a la
auto-soberanía.
Si la auto-soberanía no es constante significa
que a veces tenemos un derecho y otras veces nos volvemos dependientes.
Para conseguir la anhelada paz y armonía en nuestro reino interior, lo
primero que necesitamos es controlar la mente. El significado de
soberanía interior es que el alma tiene el poder de gobernar. Sin poder
de gobernar, nuestro reino no puede funcionar.
El obstáculo más
importante en gobernar nuestro reino lo constituyen nuestros viejos
hábitos y tendencias basados en una conciencia falsa, la conciencia
limitada e ilusoria del ego, a partir de la cual hemos creado apegos,
debilidades y defectos.
Para recuperar la auto-soberanía
necesito enfocar mi mente en la fuente suprema de paz y pureza, el ser
supremo, y llenarme de fortaleza y poder espiritual, para estabilizarme
en una conciencia elevada y recuperar la capacidad de gobernar mi mente
con armonía y estabilidad.
La naturaleza original del alma es la
misma que la del ser supremo: el alma es por naturaleza benevolente,
benefactora, llena de buenos deseos y sentimientos puros hacia todas las
almas. Esta es mi naturaleza original y la experiencia que tengo que
nutrir y sustentar diariamente.
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