Hemos “aprendido a creer” que es
normal enfadarse con los demás, con el mundo, incluso con uno mismo. Los
padres y los jefes puede que incluso hayan aprendido a usar la emoción
de la ira para atemorizar a los demás y conseguir que hagan lo que ellos
quieren. Pocas personas se dan cuenta de que cuando nos enfadamos,
nosotros somos los primeros en sufrir y los que más lo hacemos.
Después,
cuando alguien aparece y sugiere que la ira no es una buena idea, y que
no es una emoción sana, se resisten a esta creencia e incluso discuten
para defender su ira!
Es sólo cuando experimentamos la verdad de
nuestra paz interior y nos damos cuenta de que la paz es nuestro estado
natural, que el argumento de que “la ira es normal y parte de la vida”
se descubre como erróneo y falaz.
En la experiencia de la
verdadera paz interior también nos damos cuenta, desde lo profundo de
nuestra conciencia, de que en realidad no dependemos de nadie para
experimentar nuestros sentimientos de paz, felicidad, contento y
alegría. Esta experiencia de completa libertad interior termina con una
de las creencias más profundas que la mayoría hemos aprendido, que es la
de que dependemos de los demás, de los eventos y de las situaciones
para sentir lo que sentimos.
Liberarnos de la ira no quiere decir
que en las situaciones prácticas no nos expresemos ni digamos nada y
nos sentemos en una resignación dichosa o en una especie de estupor
meditativo! En vez de reaccionar desde la ira, experimentamos una
renovada intención y una capacidad expandida de entender a los demás y
permanecer vitalmente conectados con los demás.
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