Los pensamientos y los
sentimientos de preocupación, temor y pesar no nos sirven, sino que nos
debilitan y no nos ayudan a encontrar soluciones duraderas para nuestros
problemas. En cierto modo, el problema son ellos. Si tengo la fuerza
suficiente para reaccionar ante una situación con calma y tranquilidad,
deja de ser un problema.
Entonces se plantea la pregunta: ¿Cómo nos
libramos de esos pensamientos y sentimientos? ¿Acaso no forman parte de
la condición humana? ¿Cómo podemos mantener sentimientos positivos,
cuando hay tantas cosas en el mundo que están mal, incluidos nosotros
mismos?
Cierto es que, cuando estamos débiles, no podemos hacer
nada con esos sentimientos, que se apoderan de nosotros. Sin embargo,
aunque puede que la debilidad esté muy extendida, no es nuestro estado
natural.
Cada uno de nosotros es fuerte por naturaleza, en principio.
En ese contexto interior, el poder significa algo que está muy
relacionado con la expresión francesa joie de vivre, o vitalidad, es
decir, estar bien dotado de la energía del pensamiento y el sentimiento
positivos y saber cómo usar y mantener esas reservas de una manera
efectiva, reabasteciéndolas en una fuente interior. Cuando tienes ese
poder, sientes amor por ti mismo, por los demás y por la vida. Cuando
uno empieza a pensar de forma positiva, acumula poder y aumentan su
confianza en sí mismo y su eficacia. Cuando permite la entrada de
pensamientos negativos, es como si el alma empezara a hacer agua.
Incluso
los instantes de negatividad, como observar a los demás con mirada
crítica, automáticamente ocasionan una pérdida. No se puede ser positivo
y negativo al mismo tiempo. Si uno cae en rachas prolongadas de duda y
crítica, tanto con respecto a sí mismo como con respecto a los demás,
pierde toda la fuerza que tiene dentro. Ese tipo de pensamientos y
sentimientos nos llevan a un estado de desconcierto, confusión y, por
último, depresión. Uno ya no tiene idea de lo que se supone que tiene
que hacer ni de la manera de hacerlo. Se siente como un extraño en este
mundo, sin amigos y sin sentido.
Sin embargo, llega un punto en
el que uno se da cuenta: «¿Qué me está haciendo esta manera de pensar y
de sentir, a mí y a mi actitud y mi visión de los demás? Me está
destruyendo.» Darse cuenta de eso puede ser doloroso, pero la
experiencia demuestra que es el primer paso para recuperar el poder. Te
das cuenta de que tienes que elevarte no sólo por encima de los
pensamientos negativos, sino también por encima de los pensamientos
inútiles y corrientes, porque ese tipo de pensamientos perturban tu paz
interior y esa paz es necesaria para poder ser capaces de obtener la
energía divina y acumular su poder.
Cuando se agita la superficie
de un lago, deja de reflejar el cielo o las colinas que lo rodean. Si
tratamos de mirar dentro de él, no pasaremos de las ondas o las olas. El
agua tendrá un aspecto turbio. En cambio, cuando está quieta, puedes
ver las profundidades y, con un leve cambio de enfoque, también se puede
ver la belleza reflejada desde arriba.
Lo mismo ocurre con el
ser. Antes de poder desarrollar amor, o incluso un profundo interés por
nosotros mismos y por Dios, tenemos que fijarnos en la calidad de
nuestros pensamientos; tenemos que volverlos apacibles y puros, tanto
como podamos, mediante la voluntad y la determinación. Entonces nuestro
interior se estará preparando para abrirse al amor puro y espiritual.
Una reflexión maravillosa, gracias.
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