La clave para liberarnos de
todo el pesar y desarmonía en el interior es reconocer la diferencia
entre la naturaleza original del ser y la naturaleza falsa adquirida.
Cuando
reconocemos esta diferencia, podemos empezar nuestro proceso de
transformación con un doble foco: por un lado dejar de alimentar nuestra
naturaleza falsa, desactivando los hábitos negativos que la constituyen
y por otro, nutrir con la atención y la meditación nuestra verdadera
naturaleza original.
La naturaleza original es la del ser
espiritual, el ser de luz que anima el cuerpo físico y se expresa a
través del mismo. Sus atributos fundamentales son la paz, la pureza, el
amor, la felicidad, la sabiduría y el poder espiritual.
La
naturaleza falsa surge de la identificación con la forma física y la
personalidad limitada o ego. Sus patrones fundamentales son la
arrogancia, la avaricia, los deseos, los apegos, el miedo, la pereza y
la ira.
A pesar de que, sobre el papel, sería fácil rechazar
tales patrones negativos, la realidad es que no siempre son tan obvios y
se han enraizado tan profundamente en nuestro subconsciente que nos
gobiernan sin que ni siquiera los reconozcamos. El ego o apego a una
falsa identidad es la semilla de la que surge el árbol de todas esas
debilidades.
Una forma de despertar conciencia y discernir de
dónde provienen nuestros pensamientos, que son la semilla de las
palabras y acciones, es observar si estos nos alejan de nuestro centro, o
bien nos ayudan a mantenernos centrados. Nuestro centro es el estado de
conciencia en el que nuestras facultades internas, la mente, el poder
de discernir y nuestros hábitos y memorias, están en equilibrio y
armonía. Hay serenidad y claridad.
Si los pensamientos nos llevan
a espacios emocionales de agitación y desequilibrio, podemos detectar
de forma inmediata que la semilla de los mismos es la naturaleza falsa e
ilusoria.
Por otro lado, las tendencias adquiridas basadas en
nuestra naturaleza falsa, se han hecho tan fuertes que sobrepasan con
frecuencia nuestro poder de voluntad. Por eso necesitamos meditar, para
reconectar con nuestra esencia y con la fuente de poder espiritual y así
restablecer el equilibrio y centramiento natural del ser.
Para
progresar de forma efectiva en nuestra transformación interior, la
guardia de la atención constante es esencial. El fruto de vivir una vida
desde nuestro centro y nuestra paz y equilibrio naturales es una vida
de bienestar y satisfacción.
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