La palabra “arte” a menudo implica
un don de Dios pero, sin importar su origen, una obra de arte debe de
ser cultivada, desarrollada y refinada por el artista. Así también
sucede con el arte de pensar. Todos tenemos la habilidad de crear
pensamientos, ¡podemos pensar! Sin embargo, potenciar el arte de pensar
de manera de que nos permita experimentar el bien en la vida, y
compartirlo con los demás, requiere de un proceso de entrenamiento y
disciplina. Yo mismo, el ser espiritual, debo entrenar y disciplinar mi
mente.
De la misma manera que el arte florece en el marco de
una cierta calidad de cultura, la compañía, el ambiente y el estudio
deben ser los adecuados para desarrollar mi arte de pensar. En la
primera etapa de este auto-entrenamiento es de gran ayuda poder
compartir y conectarnos con otras personas que estén involucradas en
este proceso, para desarrollar la fortaleza necesaria. Más adelante en
este viaje fascinante, yo mismo seré probablemente capaz de manejar el
proceso sin ayuda de otros, pues para entonces el poder interior que
habré desarrollado me permitirá resistir cualquier fuerza contraria.
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