La meditación es el proceso a
través del cual entrenamos la mente para crear conscientemente el tipo
correcto de pensamientos que queremos tener. Para que los beneficios de
la meditación se hagan efectivos, necesitamos practicarla de manera
regular, como parte de nuestra rutina diaria.
En el campo de la
acción, nos confrontamos con diversos tipos de situaciones adversas e
incómodas, cuyo primer y más inmediato efecto se produce en el nivel de
nuestros pensamientos, antes de que su influencia se manifieste en la
expresión de la cara o en las palabras o acciones. Nos damos cuenta, en
nuestro interior de que los pensamientos (y como resultado nuestra
respuesta a través de las acciones) que creamos en esos momentos no son
los adecuados. Queremos inculcar el hábito de que los patrones de
pensamiento sólo sean los que nos gustan o consideramos correctos,
positivos y poderosos, no importa lo que suceda.
¿Así que por
dónde empezamos? La meditación es el punto de partida. La meditación es
el momento en el que conscientemente creamos pensamientos de calidad
positiva. ¿Qué beneficio conseguimos? En esos momentos, estamos
cambiando el hábito muy antiguo y arraigado de crear pensamientos
erróneos y desestabilizadores cuando afrontamos situaciones adversas.
¿Cómo
hacemos esto? A través del intelecto. El intelecto es la facultad de
nuestra consciencia que nos permite tomar las riendas de la mente y
elegir la dirección en la que queremos que la mente viaje. Durante la
meditación, exploramos y contemplamos conceptos de conocimiento
espiritual como la perspectiva de nuestro ser como un alma, un ser de
luz. Con el intelecto nos enfocamos en esta realidad sutil.
El
intelecto es la facultad que nos permite concentrarnos en el pensamiento
que elegimos. En general nos resulta más fácil enfocarnos en aspectos
físicos o prácticos y se vuelve más resbaladizo enfocarse en
pensamientos sutiles.
Es sólo
con la concentración del intelecto que podemos acceder a hermosas,
profundas y transformadoras experiencias espirituales. Y el único método
para desarrollar la capacidad de concentración del intelecto es la
práctica continuada y atenta, con determinación y propósito.
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