Nuestra visión y perspectiva de la
realidad condiciona nuestro estado de conciencia y actitud en el momento
de afrontar y responder a las situaciones que se nos presentan en la
vida.
Cuando la situación que se nos presenta desestabiliza
nuestros planes o va en contra de nuestras expectativas, si nuestra
visión permanece en el plano horizontal, solemos describirla como un
problema. Viendo la situación como un problema nuestra reacción interna
es de desagrado y rechazo, pues se sale del guión previsto y supone una
molestia o incomodidad.
Elevando un poco más la visión, como si
desplazáramos nuestra consciencia en un eje vertical y observáramos esa
situación desde una posición más elevada, empezamos a vislumbrar que no
se trata de un problema, sino de un reto. Un reto conlleva también una
oportunidad de fortalecernos y progresar, usando nuestros recursos
internos para afrontarlo y superarlo. Viendo la situación como un reto,
también experimentamos el estímulo de superar y vencer un desafío. El
coraje y la determinación incrementan en nuestra actitud.
Si
seguimos elevando nuestra visión, si observamos la escena desde la
estabilidad y quietud del estado de un observador desapegado, entonces
descubrimos que esa misma situación no sólo es un reto y una
oportunidad, sino que es un regalo. La vida me ofrece una perla de
sabiduría en la forma de un reto o desafío, pero sé que detrás de las
apariencias se esconde un precioso regalo diseñado exclusivamente para
mí, lleno de secretos que me van a permitir alcanzar nuevos horizontes
de entendimiento y realización.
Con una visión espiritual y
elevada, la vida se convierte en un juego maravilloso que, a través de
las situaciones diferentes y cambiantes, nos ofrece valiosos regalos
para nuestro progreso y desarrollo interior.
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